Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El doctor Fernando Stein Barillas, quien ejerce la pediatría en Estados Unidos y ha alcanzado una muy relevante posición en la Academia de ese país, vino a Guatemala para participar en un evento científico y, entrevistado por la prensa, se refirió al drama de nuestros niños que emigran por millares y que pasan la frontera en muy crítica situación, al punto de que él mismo ha tenido que atender a varios por la debilidad que se llevan, producto del abandono social que hay en el país y que obliga a tanta gente a la difícil decisión de irse en busca de una oportunidad para mantener a sus familias en condiciones menos indignas.

Y dijo el doctor Stein que la corrupción es un crimen que mata a mucha gente porque le niega a los más débiles la necesaria cobertura que el Estado debiera dar en programas sociales que tiendan a promover un mejor desarrollo humano en el país. En vez de escuelas y centros de salud de atención primaria, el dinero público sirve para comprar casas en Los Eucáliptos, fincas, aviones, helicópteros, y para engordar las cuentas de muchos funcionarios que a lo largo de décadas se han convertido en acaudalados vagos que pueden vivir de las rentas de lo que produjo el latrocinio de la cosa pública.

La desnutrición que tantos niños mata en Guatemala es resultado de la ausencia de políticas públicas que provean protección a la madre durante el embarazo y al niño durante sus primeros años de vida que son cruciales. Pero el desentendimiento del Estado es producto de que aquí todo lo que se hace o se dice que se hace, es en el fondo para promover el negocio y lo que determina las prioridades es la cantidad de dinero que dejará bajo la mesa a los que toman las decisiones. Ese vicio está extendido por toda la administración pública y pasa una enorme factura al país.

Ahora, con el terremoto de Italia, leía el contraste entre dos ciudades vecinas en el área afectada por el desastre natural. Se trata de Arquata y Norcia, y mientras en la primera murieron más de cincuenta personas, en la segunda no hubo ni un caso mortal, lo que llamó la atención de muchos porque el temblor fue idénticamente fuerte en las dos localidades. La explicación que da el diario El País, de España, es que en Arquata se vive y se administra la ciudad al más añejo estilo italiano, es decir, mediante mordidas y sobornos que son bien vistos por los contratistas que pueden hacer más dinero escamoteando calidad y aún por los vecinos que pueden comprar viviendas más baratas, mientras que en Norcia hace años que se viene implementando la transparencia y tanto las autoridades como los constructores y los vecinos se preocupan por el respeto a las normas de construcción. El resultado está a la vista y es irreparable.

Valga el ejemplo para entender que la corrupción mata de muchas maneras y peor en países con vulnerabilidades naturales como el nuestro. Dios nos libre el día de un terremoto porque no sólo saldrá a luz nuestra debilidad institucional, sino también el efecto de tanta corrupción que hemos vivido porque, como dijo muy bien el doctor Stein, la corrupción no es un crimen inocuo. Cobra muchas vidas.

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