Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

En las elecciones pasadas, bajo el lema de “ni corrupto ni ladrón”, a Jimmy Morales le sonó la campana y terminó ganando unas elecciones que al principio de la contienda ni él creía que podía ganar.

Por los tiempos que vivía el país y por el mandato entregado en las urnas, a Morales le tocaba, a partir del 14 a las 14, seguir en una campaña constante con el afán de que todos los guatemaltecos nos involucráramos en el proceso de cambio. Él estaba llamado a ser ese líder capaz de aglutinarnos a todos para forzar a una clase política que se resiste a los cambios ante nuestra incapacidad social de forzarlos.

Morales estaba llamado a dejar las prácticas de la vieja política y por eso cuando su partido recurrió a los tránsfugas para nutrir su bancada, rompiendo un compromiso del Presidente de no aceptar diputados de otros partidos en FCN, él debió romper lazos con su partido y entender que su mejor aliado era el pueblo de Guatemala.

Con un pueblo que acuerpe a un Presidente y que crea en su habilidad de cambio bajo el liderazgo de un mandatario, no se necesita tener una bancada de tránsfugas y personajes cuestionados para lograr que las cosas avancen, pero sus perversos asesores le dijeron lo contrario.

Morales no lo entendió entonces y no lo entiende ahora y por eso es que el Presidente se ha empecinado en tomar decisiones y dejar que ocurran cosas que ponen en juego su presidencia, porque si bien somos un pueblo aguantador, la gente está harta de que de manera tan burda le quieran ver la cara.

Así como rompió su promesa de los tránsfugas, rompió la promesa de los impuestos para presentar un aumento de tasas mandado a pedir por los jefes del Ministro de Finanzas que exprime a la clase media (sin hacer algo integral, con transparencia y con calidad de gasto) y ahora, maniobró para que su cuestionado asesor Armando Melgar Padilla goce de inmunidad ante las acusaciones de que dirige un aparato clandestino de vigilancia y seguimiento a personas.

Todas esas medidas al final son propias de la vieja política que Morales tanto criticó en la campaña y por eso digo que no se ha dado cuenta que está poniendo en juego su presidencia, porque puede lograr lo mismo que Pérez y Baldetti, es decir, ser el cohesionador y provocador del rechazo social.

Ni las mafias ni mafiosos del Congreso y los partidos políticos han logrado asquear a la sociedad, pero de seguir en esta línea, el Presidente sí tendrá la capacidad de aglutinar el rechazo.

Nunca, para un Presidente en el ejercicio del poder, es tarde para enderezar el barco, pero a Morales lo han cooptado tanto y lo tienen donde lo quieren, que entender el mandato le ha sido imposible por cooptación o incapacidad.

Lo triste de todo es que esto no se celebra, se lamenta porque al país se le está escapando una oportunidad de oro y dejar a medias y sin cambios profundos al sistema todo lo que empezó en el 2015, nos pasaría una factura que no podremos pagar.

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