Raymond J. Wennier

Dos verdades, entre otras, usadas en el campo educativo, veremos hoy. Una, el maestro sigue siendo persona esencial en la formación integral de los alumnos. Segunda, la clave para la mejor ejecución de los maestros en el aula, es la planificación de clase.

El 19 de julio recién pasado, hubo bloqueo, efectuado por maestros, en vías públicas en diferentes departamentos del país.

Pregunto si los maestros que participaron en los bloqueos, utilizaron seis horas de esa semana para la planificación de sus clases para la semana siguiente, 25 a 29 de julio; si lo hicieron, imagino que incluyeron nuevas estrategias educativas en beneficio de sus alumnos. Deplorable lo que enseñan con el ejemplo.

Este siglo se conoce como la época del cambio. Estimados lectores, piensen por un momento sobre los cambios en su propia vida y a su alrededor en los dieciséis años que van de este siglo. ¿Qué han hecho para enfrentarlos?

Cuando hay cambio de condiciones en nuestra vida, necesariamente cambia nuestra conducta, cambian hábitos arraigados por muchos años. No son fáciles esos ajustes sin pensar en las actitudes que nutren nuestras acciones.

En educación hay resistencia al cambio. ¿Por qué? Porque esos cambios obligan a los maestros a cambiar lo que hacen en el aula y no continuar en el siglo pasado. Lo que hacemos está arraigado por la práctica de mucho tiempo y separarse de ese modo de actuar “duele” porque provoca inseguridad. ¿Quién quiere salir de su comodidad para tratar de implementar acciones bajo condiciones nuevas que son desconocidas?

Hay nuevo énfasis en el quehacer educativo. Poner en segundo lugar los datos e información, enormes en cantidad, y más bien priorizar otros aspectos que son más importantes que el contenido de una materia académica.

Dentro de múltiples aspectos, veamos los de mayor interés:
1. Aprender a saber quién soy realmente. ¿Cómo reacciono ante obstáculos? ¿Qué me saca de quicio? Si sé cómo reacciono en distintas situaciones, puedo anticiparlas antes de perder el control. Esa es la base de la madurez, conocerse a sí mismo.
2. Nutrir las interrelaciones y las comunicaciones con otras personas para conocer sus necesidades y sus sentimientos.
3. Aprender a escuchar. Cuando estamos en una discusión o en una conversación con otros, a menudo estamos pensando en cómo contestarle en vez de escucharla para entender su pensamiento mientras nos ofrece lo que piensa traducido en palabras, gestos e inflexión de la voz, que me ayudan a conocerla. Esta atención puesta a la otra persona y a su perspectiva, demuestra el interés que tengo en ella.
4. Retroalimentación. Tiene tres aspectos, dos exteriores y uno interior. Cuando una persona nos expresa lo que piensa de nosotros y de nuestras acciones, nos está dando retroalimentación externa. Otra de este tipo, es cuando nosotros pedimos la opinión de terceras personas sobre nuestras acciones. La interna es la metacognición, es pensar obre nuestros pensamientos. Es evaluarnos a nosotros mismos.

Ninguno de los cuatro puntos tiene que ver con el contenido de una materia; demuestran la inteligencia emocional de la persona. En el aula, son elementos más importantes que saber un dato informativo que puede cambiar dentro de unos meses. Así son los cambios, rápidos y profundos.

¿Podemos ajustarnos y cambiar también?

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