Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El nombramiento insólito de la doctora Lucrecia Hernández Mack como ministra de Salud Pública constituye un desafío en verdad histórico porque se trata de una persona que tiene un legado de compromiso con el país que la perfila para librar una de las batallas más necesarias, pero también de las más difíciles, para promover esa necesaria transformación de la Guatemala corrupta a la Guatemala eficiente y justa.

Y digo que es insólito el nombramiento porque la doctora Hernández Mack no proviene del entorno del Presidente ni de su movimiento político, pero ha sido una persona que desde su ejercicio profesional y la tribuna pública ha señalado los vicios existentes en Salud Pública y que ahora acepta el reto de ir, desde adentro, a enfrentar a un monstruo de mil cabezas compuesto por todos los que han sido arte y parte de la danza de corrupción que por décadas ha sido el motor de ese ministerio. En la era democrática se puede afirmar que cada ministro ha ido a aprovechar el camino de podredumbre abonado por sus antecesores. Salvo el caso del doctor Francis Arredondo, quien renunció para no ser parte de la cochinada, el resto se han ido a acomodar y a recibir porque toda la estructura funciona como reloj suizo para facilitar el saqueo y enriquecimiento ilícito a costa de las necesidades de vida o muerte del pueblo en materia de salud.

Va a encontrar la doctora un campo minado en el que no habrá aliados ni amigos porque todo el aparato ha sido parte de esa danza de asquerosa corrupción. No es únicamente la compra de insumos y medicinas, que ya es mucho decir, sino esas redes con los directores de hospitales que son parte o facilitan el saqueo de los escasos insumos. Son los empleados que supieron aprovechar el flanco débil de la corrupción de los ministros para obligarlos a negociar pactos colectivos que no tienen madre y que únicamente se explican porque fueron el instrumento para que los titulares del despacho pudieran seguir robando sin interferencias ni denuncias de sus propios empleados. Un auténtico soborno multimillonario que dieron los ministros para acallar a una fuerza que, bien usada, hubiera significado la oportunidad de cambiar las cosas.

No hay ningún ministro de Salud preso por negociar con la salud del pueblo, y eso es una muestra clarísima de la inutilidad de la Contraloría de Cuentas de la Nación, porque ese ministerio ha sido por décadas el nido más asqueroso de la corrupción en el país dadas las implicaciones que sobre la salud de cientos de miles y la vida de muchísimos, ha tenido el sistema de sobornos ampliamente establecido y de robo que va desde labor de hormiga hasta el de gran envergadura.

Se han diseñado instrumentos de compras moldeados por los proveedores para crear el arca abierta en la que participan con descaro el Ministerio de Salud, el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social y el Ejército de Guatemala.

El reto de la doctora Hernández es enorme, pero si alguien tiene una vida de compromiso y dedicación a valores y principios es ella, y por lo tanto deberemos apoyarla, sobre todo ahora que sus antecesores ya critican sus primeros pasos para desmantelar ese antro de corrupción.

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