Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Hoy se publicó una expresión de Edgar Gutiérrez, Coordinador General del Instituto de Problemas Nacionales de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Ipnusac), que creo debe destacarse para ser objeto de una profunda reflexión a la luz de la realidad del país y de las perspectivas que se abrieron desde hace un año cuando la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala y el Ministerio Público emprendieron la más clara y contundente lucha contra la corrupción.
Se reporta que Gutiérrez dijo que nuestra disyuntiva está en seguir siendo un estado fallido para llegar a extremos como los de Haití, o transformarnos como hicieron los colombianos para construir un sistema diferente en el que se erradicaron los viejos vicios de un modelo cooptado no sólo por el narcotráfico, sino también por los poderes fácticos que se aprovecharon de las debilidades estructurales del régimen político para secuestrar la institucionalidad y ponerla al servicio de intereses ajenos al bien común.
Y lo que más me llamó la atención fue su expresión sobre el conformismo de un pueblo que se va dando por satisfecho con cambios cosméticos, de poca monta que son presentados como “lo más que puede lograrse”, es decir ese peor es nada del que tanto he hablado y que tanto me molesta porque se convirtió en la estrategia de los defensores del sistema de corrupción e impunidad para impulsar, con visión gatopardista, aparentes reformas que no son sino la consolidación de la influencia de los poderes fácticos y paralelos.
Guatemala necesita un cambio a fondo porque sus problemas estructurales son gravísimos y no hay forma de arreglarlos con parches. No hablo sólo del sistema electoral que mantiene la puerta abierta para los tipos de financiamiento que vimos en la presentación de los casos de cooptación del Estado, sino del descalabro de toda la institucionalidad nacional provocada deliberadamente para abrir de par en par las puertas a la corrupción sin límite que, en el fondo, se traduce en la acumulación de riqueza en pocas manos (generalmente manchadas por la corrupción), mientras que priva de oportunidades al resto de la población cuya única salida está en pensar en la migración para mantener a sus familias con las remesas que son divisas de sangre, sudor y lágrimas.
Por supuesto que no pueden ser conductores del cambio los que ahora se quieren presentar como guías o líderes. Ver la patética presencia de Cerezo y Arzú en un foro para analizar el futuro del país es darle una bofetada a la inteligencia del pueblo porque ambos son culpables del desmantelamiento del Estado, de ese descalabro de la institucionalidad porque privilegiaron acciones para entregar a sus amigotes recursos y empresas de los guatemaltecos en vez de promover el bien común. Y de ajuste el Trump Tropical que es el Alcalde, asegura que no hay que hablar de democracia sino de chicote porque, según él, este pueblo solo entiende a morongazos, como le dijo hace poco a los vendedores ambulantes. Con esas guías y esos liderazgos, hasta Haití sería un piropo.
Pero mientras la sociedad no rompa con esas momias y con la corrupción como forma de vida, no esperemos nada distinto por más esfuerzos que hagan la CICIG y el MP, porque seguimos tragándonos el atole que algunos nos siguen dando con el dedo.