Javier Monterroso

Cuando una persona se postula para gobernar un país se supone que tiene un plan de gobierno que quiere implementar una vez alcance el poder, debería, además, tener un equipo ya conformado de posibles ministros que lo ayudaron a elaborar dicho plan de gobierno y en teoría este equipo debe tener una coherencia ideológica, es decir que todos o la mayoría de los miembros del gobierno comparten las mismas creencias e ideas sobre economía, el papel del Estado y del mercado, la función del Ejército, la importancia de los derechos humanos, etc.

Pero, por supuesto, eso solo pasa en los países medianamente desarrollados, porque en este nuestra pequeño país tercermundista las personas eligieron como Presidente a un cómico sin experiencia política, sin equipo de gobierno, sin planes y que jamás pensó seriamente en gobernar el país. Por eso su Gabinete es una amalgama de diferentes sabores y colores, hay funcionarios de la extrema derecha neoliberal y también los hay de izquierda, cada quien guiando su ministerio desde su propia visión sin que el Presidente tenga poder de decisión sobre ellos, por ejemplo, el de Gobernación responde a la embajada de Estados Unidos y a la CICIG; el de Finanzas es afín al sector empresarial y está impulsando una reforma tributaria que beneficiaría a ese sector mientras el de Ambiente y Recursos Naturales no tiene empacho en acusar empresas de desviar ríos; el de Cultura es un viejo político de derecha y la nueva Ministra de Salud se califica a sí misma como de izquierda reformista.

Algunos dirán que en todos los gobiernos, incluso en los de corte más empresarial como el del PAN la Gana o el PP, ha habido ministros o funcionarios con ideología diferente a la del Presidente, tales como Gustavo Porras que fue Secretario Privado de Arzú o Fernando Carrera que fue Ministro de Relaciones Exteriores de Pérez Molina, pero estos constituían la excepción y no la regla y aunque podían tener algunas diferencias ideológicas con el Presidente u otros funcionarios al final había un rumbo como gobierno, un plan mayor al que estos funcionarios terminaban alineándose, en el caso del gobierno de Jimmy no es así.

Es interesante constatar, además, que los funcionarios progresistas por lo general son muy buenos técnicos especializados en sus respectivas áreas de trabajo, personas honestas y con deseo de mejorar la situación de la población, creo que en ese perfil podríamos agrupar a Edgar Gutiérrez, Juan Alberto Fuentes, Karin Slowin, Francisco Rivas y Lucrecia Hernández Mack, sin embargo, es evidente que por mejores intenciones y planes que tengan los ministros no se pueden lograr reformas profundas si todo el gobierno no va en la misma dirección, por ejemplo, no puede implementarse una reforma seria en materia de salud pública si no se mejoran los ingresos fiscales y no se asignan más recursos al sistema, o si no se logra un desarrollo rural integral que lleve drenajes y agua potable a las comunidades, en ese sentido los funcionarios progresista en gobiernos de derecha corren el riesgo de terminar siendo brillantes y luminosas llamaradas de tusa.

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