Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Después de casi dos meses, una treintena de audiencias y la expectación del país entero, ayer el juez Gálvez dictó el auto de procesamiento en contra de 53 de los 57 sindicados (aún faltan los prófugos) en el Caso de Cooptación del Estado. Al momento que escribo estas líneas aún no se han dictado las medidas de coerción, pero el MP y la CICIG pidieron prisión preventiva para 51 de los 53 procesados.

Independientemente de que en derecho aún no hay nada escrito porque lo actuado se puede apelar, creo que vale la pena preguntarnos cuáles serán las lecciones que nos dejará un caso tan emblemático como este.

Considero que todavía hay buena parte de la población que tras lo sucedido, cree que se debe fortalecer la noción de que la presunción de inocencia debe servir como un derecho de antejuicio para los particulares, es decir, un escudo que sirva para evitar que los investigadores puedan indagar más en el actuar de alguien que se dice o se siente de “alcurnia”, como si esa calidad garantiza la honorabilidad y la honestidad por decreto.

Hay quienes con tal de que algunos acusados (digo algunos porque de los 100 mareros sindicados en la Operación Rescatando Guate no se dice nada) no sean expuestos a la opinión pública, pretenderán que además de generar un antejuicio para los particulares vía la presunción de inocencia, casi que regresemos a los tribunales secretos o de fuero especial en donde nadie sabía lo que estaba pasando con el sindicado. Quizá apostarán a que podrán controlar esos juzgados secretos y así no pasar penas con la justicia.

Creo que los puntos anteriores son de aquellos que desean que la Guatemala de hoy siga siendo la de ayer; son de los que desean que la Guatemala de hoy siga siendo tan suya como ha sido siempre y que las oportunidades de hoy, sigan concentradas en unos pocos como ha sido nuestra historia.

Por el contrario, hay algunos que encontramos en este caso una oportunidad para enmendar la plana y la ruta que ha tenido nuestro país en la era democrática, pero casi que desde su fundación. Lo que vemos hoy nos fue ofrecido por un partido, pero es la historia de todos los que han alcanzado el poder, de aquellos que se han muerto en el intento y de los que aún siguen soñando con llegar al poder para asaltar al Estado.

Existimos algunos que consideramos que con las mismas reglas, que con la misma actitud social que mezcla perfectamente la indiferencia con el desconocimiento y hasta una cuota de complicidad, no podremos derrotar los vicios expuestos en el Caso de Cooptación y que tan solo podremos aspirar a que los negocios cambien de manos, pero no que desaparezcan.

Este momento en la historia no se presenta para que seamos escépticos de cara al futuro, pero tampoco podemos ser ilusos o construir castillos en el aire y por ello es que demanda que como ciudadanos, nos miremos para adentro y podamos definir qué Guatemala y qué futuro queremos para nuestros hijos y nuestras familias.

¿Queremos la Guatemala “del peor es nada”, del “todo se arregla”, del “es lo que tenemos”, de la discriminación, de la muerte, de la impunidad, de la corrupción o de la falta de oportunidades o queremos la Guatemala en la que nadie se quede atrás porque todos luchamos por sentar las bases para tener un mejor país, más justo, incluyente y generador de oportunidades?

Ya llegamos hasta aquí en estas condiciones; cómo caminemos al futuro es algo que está en nuestras manos decidir.

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