Alfonso Mata

Cuando se lee y se oye lo que se publica en los medios de comunicación, se tiene la impresión de que existe una extraña disparidad en lo que se informa y la realidad nacional.

A nivel del público, hoy está de moda la justicia; se manejan hechos y conceptos de esta, que acaparan páginas y televisión, pero todo se queda en un lenguaje jurídico, casi nada del político y mucho menos se cae en lo social y antropológico y nunca se relaciona eso, con fenómenos de la vida física y emocional; lo que hace que todos esos faltantes, quedan sepultados en medio del silencio y sufrimiento de miles de hogares y comunidades.

De las cosas nacionales de su vivir diario, por lo regular solo se extraen descripciones de hechos. Esas abstracciones y no su acontecer y vivir (el porqué de los hechos, de su desarrollo, evolución e impactos) poco conocemos. Más allá de la explicación de justicia que conlleva un hecho, poco se sabe de su impacto económico macro y micro, menos de su social y formativo y si aparece algo de esto de tarde en tarde, es como juicios, sin pretender llegar a descubrir la naturaleza esencial ni de la acción, ni de los impactos de una acción; de los mecanismos sociales, económicos, biológicos y de comportamiento, envueltos en ello, que permitan un aprendizaje.

De tal forma, que es difícil prever acontecimientos futuros ni sobre el tema (la justicia) ni de otros temas (mucho menos) que se relacionan con ella ya sea como causas o como consecuencias.

El acontecer público del desarrollo individual o colectivo en nuestro medio, a lo largo de décadas, no ha logrado aún los progresos esperados para la mayoría. Todavía mucho permanece en estado descriptivo (leyes, decretos) y cuando hay acción, esta generalmente se ha caracterizado por ser parte del conjunto indivisible del problema (manejo de desnutrición a través de programas alimentarios, dentro del problema de la pobreza y la salud) sin entrarle a causales, a sus reales causas y apuntar a un estilo de vida.

Un estilo de vida es un conjunto indivisible de complejas necesidades y riesgos. Una, dos o tres acciones sobre todo ello, no corrige rumbo, si al caso, alivia o atenúa aspectos, pero no genera cambios de vida.

No existen métodos integrales, programas nacionales en marcha, capaces de actuar simultáneamente sobre cambios que necesitan los hechos cotidianos de las personas y las comunidades, que no dejan ni llevan a un mejor estilo de vida. Todos nuestros gobiernos se han dedicado a trabajar conceptos y a desarrollar intervenciones que abstraen y caen sobre situaciones concretas, que no afectan las relaciones de un mundo social fijado desde la Colonia (sus marcos de poder). Ello ha tenido una trágica consecuencia, y es que a través de los siglos, se ha creado y aumentado un residuo importante que cada día pesa más y más, tanto por su magnitud como por su volumen, sobre un guatemalteco, hombre y mujer real, alejado del desarrollo básico como ser humano.

Aun la justicia se ha desvirtuado. En la actualidad a nivel del público se centra sobre el “homo oeconomicus” olvidándose que además del latrocinio, el maltrato familiar, la drogadicción, el incumplimiento de labores, violación, estafas, asesinatos, son parte de la misma y como consecuencia de ese silencio, se ha creado una sociedad alejada de sentimientos y creencias dentro de un concepto de justicia y equidad y aunque existen observaciones e investigaciones acumuladas en bibliotecas y medios sobre nuestro comportamiento anómalo, éstas duermen en anaqueles y no en las almas del ciudadano. De tal manera que no percibimos “un guatemalteco” sino un espíritu compuesto de partes diversas. Cada uno somos parte de una procesión de grupos con mitos y creencias, que avanzamos en medio de una realidad, sobre la que no actuamos y vamos hacia un futuro desconocido.

En efecto, nuestra ignorancia y falta de aceptación del otro es profunda y por consiguiente, desconocemos en qué modo un proceso y una organización social pueden ser modificados por el individuo y por la sociedad, a través de un modo de vida más equitativo y de más oportunidades. No hemos formado un gobierno ni una organización social que apoye eso. Orígenes y fines nos confunden y nos convierten en solitarios.

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