Luis Fernández Molina

Me convenzo cada vez más que el Lago de Atitlán es un verdadero paraíso. Tuve la fortuna y suerte de compartirlo y quedé, como siempre, abstraído contemplando a los verdes volcanes majestuosos y ensimismado vislumbrando las variantes de colores en la danza turquesa de las aguas al ritmo del Xocomil. Con tan buena disposición descubrí una nueva faceta. En el mejor estilo del Dante y de toda la tradición medieval religiosa, entendí que era el paraíso porque para llegar al paraíso tenemos que pasar penas y sinsabores.

Quiero compartir esa visión que tuve gozando del asueto propio de las celebraciones castrenses, del dios Marte. Por cierto ¿Qué celebramos? A veces lo paso por alto… Ah, sí, ya recuerdo, el triunfo de las huestes de Barrios y García Granados frente al asfixiante poder conservador de Vicente Cerna, en otras palabras conmemoramos el triunfo de unos rebeldes frente al poder establecido que contaba con su ejército regular. Vale.

Salimos de la capital como a las diez. Al principio el tráfico resultó engañoso, pues aunque cargado parecía fluido. Mi optimismo llegó hasta la final de la Roosevelt donde había atorazón. Pasamos luego saludando las frustradas obras, frente al Seminario (Molino de las Flores). ¿Qué pasó con ese paso a nivel tan cacareado por el gobierno anterior? Poco después del Mirador de San Lucas -igualmente aclamada- empezó lo serio. Todo el tráfico que iba a La Antigua, Chimaltenango, Quetzaltenango, Panajachel, etc. avanzábamos a vuelta de rueda acompasados por ritmos bien marcados -cuatro kilómetros más adelante- por el policía municipal que daba paso a quienes entraban a la población de San Lucas o iban de retorno. Minuto y medio para acá y otro minuto y medio para allá en una cadencia desesperante para todos. Se fueron 20 minutos en 5 kilómetros.

Realmente es increíble que las autoridades no lo hayan previsto desde hace unos 10 o 5 años. ¿Qué cuesta hacer un paso de nivel sencillo, tipo puente, para que los que vienen de occidente puedan tener acceso al pueblo o atravesar la ruta? ¿Qué tanto cuesta coordinar los trabajos de la Municipalidad, del Micivi y del Inguat, para una obra que no es compleja y cuya falta provoca tanto atraso?

Para los que van al Altiplano dejar el Trébol de San Lucas es un momentáneo alivio; no así para quienes van a la ciudad colonial porque los acompañará la cola. Empero ese fugaz alivio dura pocos kilómetros. Las imágenes de pesadilla aparecen cada vez más temprano. Hace pocos años el atasco empezaba en la recta de entrada, poco a poco se fue deslizando hasta El Tejar, ahora llega hasta la cuesta de Sumpango. Quienes mejor conocen el punto son los vendedores que se apostan en la orilla para vender sus golosinas o bebidas. Allí empieza la prueba mayor de quienes quieren llegar al paraíso. ¡Aguántese! Fomente las virtudes de la tolerancia y la paciencia.

El paso por Chimaltenango es oprobioso, ofensivo, grotesco. ¿Cómo es posible que la carretera -la CA1 nada menos- siga atravesando por dos horas esa población? Se han anunciado mucho los pasos de circunvalación, pero ignoro por qué no avanzan. Por favor, es un asunto de interés nacional. Afecta a quienes viven en esa zona, a quienes trasladan sus productos, a los esfuerzos de todo el sector de turismo, a la integración nacional. ¡Alguien que nos ponga al tanto!

Falta una ramita de perejil en esta sopa: el camino «nuevo» está tan resquebrajado del lado derecho -tráfico lento- que los pilotos solo conducen por el lado izquierdo. Por lo tanto, si quiere ir al paraíso ¡haga su penitencia!

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