Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Dentro de las reformas al sector justicia que empieza a discutir la sociedad guatemalteca, en los últimos días se supo del absoluto y radical rechazo de la Cámara de Comercio a todo lo que tenga que ver con la implementación del derecho indígena, en una reacción que indica, de entrada, absoluto desconocimiento sobre su significado y, en general, sobre el significado del derecho en general como ordenamiento jurídico en la sociedad, lo que obliga a que el debate sobre el particular adquiera proporciones didácticas para ilustrar a quienes, por desconocimiento e ignorancia, niegan la posibilidad de que un amplio sector de esa sociedad pueda hacer valer su propio ordenamiento jurídico ancestral.

Una de las cuestiones que caracterizan a la sociedad guatemalteca es precisamente el carácter multiétnico y multicultural que la nutre y enriquece, extremo que no es reconocido ni aceptado por viejos resabios de discriminación que forman parte del comportamiento social. Hay en realidad muy poco esfuerzo por tender puentes de entendimiento entre las culturas nacionales y por ello existen desconfianzas que se manifiestan en diversos sentidos y corrientes, pero que hacen más daño que beneficio y que por ello debiéramos de tratar de reducir mediante un mejor conocimiento mutuo de las posiciones confrontadas.

Coincido con la visión del Procurador de los Derechos Humanos en el sentido de que no cabe ese rechazo que no se fundamenta más que en visiones sesgadas de lo que es el derecho indígena y que es imprescindible un amplio debate nacional sobre ese tema en particular.

Pero creo que el debate tiene que incluir un tema que permanece latente en la sociedad, y que no es enfrentado con honestidad, y es el de la existencia de un fuerte racismo que nos divide y que se fundamenta en viejos prejuicios que se han ido trasladando de generación en generación sobre bases absolutamente irracionales, pero muy difundidas.

Creo que uno de los pocos avances que nos dejó el proceso de paz tras la sangrienta guerra que enlutó al país fue precisamente haber introducido en la agenda del debate nacional el tema de la multiculturalidad y la diversidad racial que conforma a nuestra sociedad, pero como todo lo que tuvo que ver con ese proceso de negociación, ha quedado en letra muerta porque no supimos apropiarnos de los grandes temas que nutrieron las negociaciones que pusieron fin al conflicto armado interno. Y resultado de ello es que aún al día de hoy se producen expresiones como la que en forma masiva manifestaron los comerciantes al rechazar el proyecto de reforma del sector justicia precisamente por el hecho de que el mismo incluye una especial consideración al tema del derecho de los pueblos originarios para preservar la visión de que nuestra sociedad sólo tiene que regirse por la visión que tenemos los ladinos, pasando por alto que el derecho, como tal, se nutre de las costumbres que son una de sus fuentes especiales y que en el caso de la población indígena parten de una cosmovisión diferente que no nos hemos ni siquiera preocupado por entender.

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