Jorge Mario Andrino Grotewold
* @jmag2010

La disputa política reciente entre los Organismos de Estado, orientada a aprobar o no las reformas al sistema electoral, ha involucrado también a organizaciones de la sociedad civil, medios de comunicación y redes sociales, en donde existe conflicto de dos posturas, las que promueven que el Presidente simplemente las publique en el Diario Oficial, y aquellos que creen que esas reformas son insuficientes para lo que en realidad Guatemala necesita, por lo que deben ser vetadas.

De lo que sí están de acuerdo la mayoría de los actores de este proceso, es que el sistema político debe cambiar y que las reformas electorales aprobadas no son lo suficientemente buenas para lo que se requiere en el país. La ausencia para incluir en la reforma es considerable, tales como la equidad en la participación –étnica y de género–, la votación uninominal para los diputados al Congreso de la República, la democratización interna de los partidos políticos, y un largo etcétera. La reforma de participación de los comités cívicos, es agenda pendiente y tampoco se incluye.

Pero la reforma electoral realizada contiene múltiples aspectos positivos, han reaccionado algunos tanques de pensamiento y especialmente el Presidente del Congreso, quien refiere que ha sido fruto de los consensos políticos alcanzar una reforma electoral, y que los acontecimientos de 2015 donde la sociedad guatemalteca se pronunció a favor de un cambio formal al sistema, motivaron a alcanzar esta propuesta. Y en parte es cierto. La reforma fortalece en alguna medida la función del Tribunal Supremo Electoral, hace más democrático el financiamiento de los partidos políticos mediante un control de las pautas a los medios de comunicación y hace algunos cambios básicos a las estructuras de la ley, resaltando aspectos como la imposibilidad del Secretario General del partido político de ser candidato a un puesto de elección popular. Pero no es lo que pidió la plaza el año pasado.

En 2015, durante una conferencia dictada en Guatemala por el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral –IDEA– por sus siglas en inglés, se conoció que los países persiguen alrededor del mundo cambios a sus sistemas electorales con el propósito de alcanzar mayor participación ciudadana y democratizar los mecanismos de elección. Y se recomendó que la reforma a un sistema debe ser profunda, no por etapas, ya que se pierden oportunidades que luego obligan a esperar momentos políticos para alcanzarlas. En resumen, si se logra la reforma, que sea profunda; de lo contrario, que no se haga hasta que se alcance dicho consenso.

El Congreso dora la píldora de la sociedad con reformas que son importantes, pero insuficientes. Pretenden mantener un sistema que les conviene como legisladores y políticos, sin pensar en el verdadero cambio que el país requiere. Sin eliminar los consensos ya incluidos –que son buenos–, una mejora a la propuesta de reforma electoral es indispensable, pero no de segunda generación, sino de inmediata aplicación.

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