Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Estoy seguro que la mayoría de la población estará de acuerdo con el presidente Jimmy Morales en el sentido de que la reforma a la Ley Electoral que aprobó el Congreso no cumple con las expectativas de la ciudadanía y que la misma, lejos de ser histórica como dijo Taracena en una entrevista publicada en La Hora, es un mamarracho en el que los políticos se acomodaron la pelota para seguir chutando goles a diestra y siniestra sin que exista el menor riesgo sobre sus privilegios y facultades, mucho menos sobre la posibilidad de reelegirse eternamente para mantenerse mamando y bebiendo leche.

Según Taracena la oposición de Morales es dictada por su dependencia respecto a Ángel González, a quien identifica como patrón del gobernante, pero la verdad es que la reforma no abordó temas puntuales como el financiamiento de campaña, que va mucho más allá del tema de la propaganda en los medios, ni las formas de elección de los diputados o miembros de los Concejos Municipales, lo que asegura que se mantengan los cacicazgos que han sido tan funestos para el país y que, mediante reelecciones sin regulación ni control, han sido factor clave para establecer feudos desde los que se produce el constante saqueo del país.

Creo yo que es primera vez que Morales asume una postura que corresponde con lo que fue su mandato, puesto que al cuestionar esa ley está cuestionando el manejo que se hace de un sistema perverso y corrupto que descansa, absolutamente, en la estructura política que no fue modificada, en absoluto, para terminar con los vicios sino que se reformó para consolidar las ventajas que tienen los dueños de partidos y los que se prestan al juego de ir comprando sus curules para ocupar plazas en el Congreso.

Desde que tomó posesión yo he escrito que el mandato de Morales es posiblemente el más categórico y claro que haya recibido un gobernante en Guatemala y el mismo consiste en desmontar todo el modelo de corrupción que se afianza en la existencia de un poder político en el Congreso que impide cualquier cambio y avance y en la existencia de un poder judicial que deriva de los vicios del poder político porque es producto de las componendas que hacen los grupos paralelos para asegurar la impunidad.

En sus primeras reacciones, Morales siempre pareció ajeno a ese mandato y con su insistencia hasta el cansancio respecto a la independencia de los poderes del Estado, estaba consagrando los más profundos vicios que hay en el modelo político que la población repudió simplemente con el hecho de haberlo elegido a él.

Por ello creo que hay una especie de toma de conciencia del Presidente respecto a su obligación ante la ciudadanía y cuando cuestiona detalles concretos como el número de diputados, vale la pena que reflexione también sobre otros aspectos nefastos como la ausencia de controles al financiamiento, la falta de democracia interna de los partidos políticos y los modelos para elegir a diputados y miembros de corporaciones. La reforma “histórica” de que habla Taracena fue un mamarracho diseñado para taparle el ojo al macho, objetivo que, evidentemente, no lograron.

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