Estuardo Gamalero

“La historia no se repite si no es en la mente de quien no la conoce.”  Jalil Gibran
Ignorancia y resentimiento.

La ignorancia social implica el desconocimiento de la herencia cultural, de la historia y de las causas fácticas que provocan los acontecimientos. Lo anterior, sin lugar a dudas condiciona a la persona a ser parte o consecuencia del entorno que le rodea.

En el año 2010 hubo una reunión en Guadalajara, México, a la que asistieron más de un millar de rectores de Universidades Iberoamericanas. En dicha cita, los voceros de las universidades reconocieron que el problema fundamental de los países, no era la inseguridad, sino la miseria y la ignorancia.

La ignorancia no es un flagelo menor, pues cuando convergen los sentimientos de frustración en el individuo, hacen de él, una bomba de tiempo para la convivencia social armónica, pues deja de regir su vida por un orden jurídico y social, y pasa a destruir todo aquello que en “su ignorancia” considera la causa de su realidad.

Uno de los problemas de la ignorancia es que permite a los líderes negativos manipular a las personas ignorantes, a quienes tergiversa en las causas. Clásicos ejemplos de lo anterior son el populismo y las luchas ideológicas. En ambas aparecen personas que forjan su liderazgo y sus resultados, en los niveles de su popularidad: venden y regalan sueños sin importar el precio. Usualmente defienden o justifican cualquier ilegalidad en función de haber arreglado un problema.

#La lucha contra la corrupción #Los Panama Papers #La reforma constitucional #El pago de más impuestos #La guerra contra la empresarialidad #Esto apenas empieza y #La plaza lo exige, son ejemplos de situaciones de fondo que merecen atención. Lamentablemente, muchas personas bajo la influencia y la desinformación de algún vivo con intereses ocultos, repiten en total ignorancia las cosas por imitación. Eso sí: se sienten protagonistas y a la vanguardia de las noticias y los titulares de moda.

Hace poco más de un año tuve la oportunidad de escuchar la exposición de un grupo de indígenas dignos y cultos, que narraban cómo personajes conocidos del ámbito guatemalteco (de esos que paralizan al país e incendian los proyectos), llegaban a sus comunidades a decirles con megáfonos «que el agua de las hidroeléctricas se la estaban llevando a Miami los gringos».

El resentimiento social es un fenómeno que tiene de existir el mismo tiempo que lleva el ser humano viviendo en sociedad. Las fuentes fundamentales de ese rencor son: La desigualdad de oportunidades, el aprovechamiento de un grupo en detrimento de otro, la inexistencia de instituciones de justicia para resolver las diferencias entre las partes. Considero que lo anterior es una realidad y no la estéril confrontación de los modelos del liberalismo, el capitalismo y el socialismo romántico o depredador, como algunos pretenden hacerlo ver.

El resentimiento conlleva emociones de frustración que redundan en odios e impotencia, que a su vez degeneran en el rechazo generalizado de cualquier cambio que no constituya una revolución o una inquisición. Para algunos expertos, el resentimiento social se apacigua con una indemnización. Particularmente no estoy convencido de ello, pues en la mayoría de casos, las personas resentidas no buscan hacer justicia, sino más bien se ciegan por la sed de venganza.

Para muchos historiadores, el pueblo guatemalteco y varias de sus comunidades indígenas han tenido episodios sanguinarios. Tanto en el conflicto armado (por ambas partes), como el efecto de las revoluciones: La matanza de ladinos por indígenas en Patzicía y la posterior retopada a los indígenas a cargo del ejército (1944). Don Gustavo Porras cuenta en su libro “Huellas de Guatemala”, eventos de linchamiento como el de Cirilo Flores (1826), vicepresidente de la Federación Centroamericana, en Quetzaltenango, por parte de vendedoras de los mercados, manipuladas por algún sacerdote de la época, argumentando que el “linchado” llegaba a robarse los bienes de la Iglesia.

En 1920, “La Plaza” de aquel entonces gritaba “¡échennos a otro toro!” mientras linchaban y destazaban a los funcionarios de Estrada Cabrera. Ese mismo año, “Las Plazas” de Quetzaltenango, Mazatenango, Retalhuleu, Totonicapán, Antigua Guatemala y Cocales, lincharon y asesinaron presidiarios que fueron sacados por la fuerza de la cárcel, exfuncionarios de gobierno, artistas, diputados, militares y civiles. El resentimiento tortura de tal forma a las personas, que les ancla a una vida de sufrimiento y rencor.

Lo anterior provoca envidia y es justo ahí en donde aparece el diablo vestido de redentor: “si votas por mí tendrás un mejor futuro”, “si eliminamos a los que tienen, nos repartiremos el botín”, “con esta ley compondremos todos tus problemas”. Los primeros en beneficiarse de este escenario son los parásitos sociales y los malos políticos nacionales y extranjeros, que con su verborrea y actitud generan falsas esperanzas colectivas.

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