En las elecciones primarias de los partidos estadounidenses, el actual proceso electoral ha roto cualquier pronóstico y todas las reglas sobre lo que normalmente es el modelo para elegir al candidato que unirá a republicanos y demócratas para las elecciones nacionales de noviembre.

Pero resulta que esto se debe evidentemente al tan único y diferente listado de participantes. Del lado demócrata, hemos podido ver a Hilary Clinton y a Bernie Sanders mantener una contienda sobre pasos más o pasos menos que hay que dar en temas como la política exterior, la cobertura educativa, control en tema de armas o derechos civiles, mientras hay una abismal diferencia sobre el tema de financiamiento de las campañas en que Sanders se mantiene totalmente opuesto a deberle un centavo a las grandes corporaciones. Puede que esto termine siendo, con el tiempo, el mayor cambio positivo que haya en la política estadounidense por devolverle el poder al elector común y corriente.

Del lado republicano, a pesar de que hay tres candidatos, con dos de ellos podemos decir que se tiene ejemplos claros de racismo contra los hispanos, actitudes proguerra y un ejemplo general de amnesia de cómo entregó el último presidente republicano la economía, la seguridad y los niveles de involucramiento en conflictos armados de Estados Unidos en distintas regiones del mundo. Ted Cruz y Donald Trump, con un distinto vocabulario pero con el mismo contenido, se han dedicado a descalificar a sus esposas, a atacar a quienes les cuestionan y a una campaña abierta de destrucción que parece que divide más su partido de lo que puede construir una plataforma para noviembre.

Pero lo que hoy nos llama la atención es el comentario de John Boehner, exlíder de la mayoría republicana en la Cámara Baja, quien para calificar a Cruz ha dicho que es “lucifer” o el peor “hijo de p…” con que le ha tocado trabajar. Recordemos que es a Cruz, a quien se le acusa de la renuncia de Boehner de su puesto tras los intentos de bloquear financieramente al gobierno de Barack Obama. Otro republicano, Lindsey Graham, dijo que en el pleno Legislativo cualquiera podría disparar a Cruz y que nadie sería testigo contra el atacante en alusión a cuán poco apreciado es el candidato.

Pero la pregunta final que queremos hacer es en torno a que si así se refiere Boehner a Cruz, que no es ningún santito, ¿cómo calificaría a nuestros 158 diputados, a los líderes de nuestros partidos políticos, a los financistas de campaña y en general al corrupto sistema con el que vivimos en Guatemala? Lo más bajo de la política aún no es conocido por los gringos.

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