Adolfo Mazariegos

El pasado viernes por la mañana, mientras viajaba de un extremo a otro de la ciudad, iba escuchando una estación de noticias. Mi intención era, además de enterarme del acontecer nacional, saber cómo se estaba desarrollando la caminata del agua, a la cual, según se había anunciado, se unirían varios grupos provenientes del Occidente, del Sur, un grupo que se sumaría desde la carretera al Atlántico y uno más que saldría de la Universidad de San Carlos. No dejó de llamar mi atención que los locutores y periodistas indicaran que, algunos entrevistados, indistintamente de si eran peatones o automovilistas, lejos de molestarse por los inconvenientes que la caminata podría ocasionar (como suele suceder cuando se llevan a cabo manifestaciones similares), apoyaban dicha iniciativa; es más, al llegar al lugar de mi destino, una respetable abogada con quien converso habitualmente me comentó: “me hubiera gustado tener a mano algunas botellas de agua para darles a algunos de los caminantes, si hubiera tenido oportunidad”, lo cual me complació, dado que incluso hacía honor a aquél dicho popular que reza: “el agua no se le niega a nadie”. Me parece que esa actitud de apoyo mostrada por un alto número de ciudadanos se debe, en gran medida, a que el tema central de la manifestación es algo que nos afecta a todos. El agua, como sabemos, es un bien indispensable para la vida, no sólo de los seres humanos, sino de todos los seres vivos que habitamos este planeta, y es menester verlo así, sin egoísmo. En el caso de Guatemala, es un bien que en los últimos años se ha ido haciendo cada vez más escaso (por no hablar de la contaminación que sufren muchas fuentes de agua y recursos hídricos como lagos, lagunas y ríos). Hace unos pocos meses, antes de que se supiera de la realización de la caminata que hoy nos ocupa, conversando con un grupo de vecinos de un municipio de Chimaltenango, me decían que a pesar de las fuentes de agua que existen en su jurisdicción, el servicio que tenían no era precisamente el mejor. En Villa Nueva han tenido conflictos por el mismo tema, también en Sololá, y en Escuintla, y en la misma ciudad de Guatemala… La lista podría extenderse, y asimismo una extensa lista de los conflictos y problemáticas del agua que podríamos afrontar en poco tiempo seguramente se quedaría corta. El Presidente de la República dijo hace pocos días que presentaría una iniciativa para la creación de una Ley de Aguas, una iniciativa, supongo, similar a la ya existente y engavetada desde hace años en el Congreso. El problema del agua es real, y aunque la Constitución de la República indica que una ley regulará el tema en cuestión, dicha ley ni siquiera existe. Y más allá de los intereses personalistas o sectoriales, el tema del agua es un asunto al que debemos prestarle atención ya.

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