Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Desde el editorial de La Hora y en la columna de mi padre, Oscar Clemente Marroquín, se ha venido denunciando que esto de la portuaria en el gobierno de Otto Pérez no es nada nuevo en nuestro sistema.

El martes decía mi padre: “No sólo en materia portuaria estamos atrasados y las necesidades del país son inmensas, por lo que el argumento que ahora usan los empresarios para apañar el negocio que hicieron los españoles con el gobierno de Pérez Molina se puede aplicar a cualquier otro negocio que se haya hecho.

Bajo ese mismo argumento Cerezo creó Comcel en forma viciada, Serrano trajo las barcazas, Arzú vendió Guatel, Portillo mantuvo las relaciones con Taiwán, Berger otorgó licencias de explotación minera, Colom tramitó hidroeléctricas privadas que se adueñaron de ríos, y Pérez Molina simuló el contrato de arrendamiento para encubrir la concesión portuaria.”

Todo lo anterior es cierto, nos guste o no, y aunque se vistan de primera comunión muchos; pero entonces creo que es válido preguntar ¿de quién es la culpa? ¿Será de los pícaros que se aprovechan de un pueblo adormecido y de un sistema casi perfecto para lograr los robos o será culpa de nosotros los ciudadanos que ya nos acostumbramos al saqueo como oír llover?

Y yo creo que la respuesta es sencilla: es culpa nuestra y de nadie más, y eso hace necesario entender que esto ha venido pasado y seguirá pasando, aunque cambien los nombres y los bienes con los que hagan negocios, hasta que no decidamos cambiar las reglas del juego.

A veces parece letanía, pero es que esto es tan claro como decirle a un niño que si mete la mano al fuego se va a quemar o que si se sale al jardín/patio cuando llueve se va a mojar.

En ocasiones marea tanto ver la avalancha de problemas que tenemos como país y eso hace que nos adormitemos más, pero es necesario que entendamos que así como estamos ni siquiera tocaremos fondo, porque los actores del sistema han calibrado a la ciudadanía y saben que no hay forma de sentir que estamos en el fondo.

Siempre se aseguran de que pasen ciertas cosas que nos eviten caer en la lona (y que se presentan como victorias) mientras ellos se aseguran más de lo mismo y si no me cree, vea en lo que terminó la reforma política, aunque el cínico de Mario Taracena nos diga que es lo mejor que nos pasó en la vida, pero que como somos “muy patojos” no entendemos.

Guatemala está necesitada de que los ciudadanos y los diversos actores sociales podemos diseñar una agenda de “acuerdos mínimos” y que a partir de ahí podemos sumarnos al esfuerzo que se está llevando por reformar al sistema de justicia, pero para reformar todo el sistema.

Primero habrá que aprobar las reformas al sector justicia, para que luego, como estampida, vengan las demás reformas para que las primeras tengan sentido.

Lo crea o no, es nuestra culpa estar donde estamos, pero también en nuestras manos está la solución.

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