FRANCISCO CÁCERES BARRIOS

Decir que el Congreso de la República es una pocilga es darle una categoría que no tiene. Sería como decir que el Preventivo de la Zona 18 es como un hotel de cinco estrellas. Cada día que pasa los guatemaltecos nos quedamos con la boca abierta de tantos actos de corrupción que revelan todo tipo de procedimientos indebidos y en los últimos días, con eso del pleito personal y de intereses entre dos integrantes del mismo partido político, como que si se hubiera destapado el más fétido de los desagües, nos obligó a llevarnos las manos a la nariz para no percibir los nauseabundos olores que se esparcieron por todo el país.
Ninguno de los dos diputados goza de mínima credibilidad ¿entonces a qué viene el interés por saber lo que dice uno y lo que le responde el otro? Simplemente, el morbo moviliza el interés de la noticia, porque el bienestar nacional o el preservar valores y principios indispensables para nuestro progreso y desarrollo no se encuentra por ninguna parte. El diputado Mario Taracena, ahora presidente, se siente muy orgulloso de endilgarle a su compañero de partido que ha venido disfrutando de 39 plazas para sus familiares o compinches y el diputado César Emilio Fajardo le echa en cara los oscuros orígenes de los recursos para construir su casa.

Qué triste disyuntiva en la que un organismo del Estado ha puesto a la ciudadanía cuando la mayoría ha llegado a convencerse de la urgente necesidad de sacar del recinto parlamentario a los 158 diputados y ponerlos de patitas en la calle ¿o tendremos que seguir soportando su pésimo comportamiento por cuatro años más? Los dimes y diretes entre ellos y sus llamadas bancadas solo han servido para poner en evidencia que la sucia política que practican pone en serio peligro, no solo a que el país continúe su existencia dentro del marco constitucional, sino que está sirviendo de cortapisa para lograr el progreso y desarrollo de nuestro país.

No cabe ninguna duda que hemos caímos a lo más bajo. Cuando Pérez Molina y Roxana Baldetti fueron sacados del poder creímos haber visto lo peor en materia de corrupción pero, los varios cientos de millones de quetzales que se gastan en un Congreso ineficiente, corrupto, inepto e incapaz, ¿no deberían estar siendo útiles desde ahora para darle un mejor destino y no esperar a que esos cientos se eleven a miles? La decisión no puede seguirse posponiendo más tiempo, estamos en el preciso momento en que la ciudadanía debe retomar la ruta, de sentar precedentes, de lograr orden y honestidad, como de evitar que nos sigan viendo cara de lo que no somos.

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