El Caso de La Línea ha significado mucho cuando podemos evaluar lo que en evidencias documentales, científicas y testimoniales se han presentado y que nos ha permitido hacernos una idea sobre ese inmenso mundo tributario del que se ha sabido que siempre ha sido una de las vacas de leche que alimentan a grandes capitales del país y a los alfiles políticos utilizados para ejercer el poder.

Y ahora que se ha iniciado la declaración de Estuardo González, alias Eco, sale a relucir cómo es que en un simple tema de gobierno como es la política de mejorar la recaudación, el objetivo real era amasar fortuna de parte de los políticos de turno con la ayuda de sus estructuras propias para llevar a cabo el operativo.

Y si sumamos a este caso el del lago de Amatitlán y el agua mágica de la señora Baldetti, el Caso de Aceros de Guatemala, el del IGSS-Pisa en el que hubo fallecidos con tal de mantener el saqueo de los recursos por un contrato, etc., tenemos más que pensar que el Estado en general se organiza para este tipo de prácticas corruptas.

No podemos dejar de preguntarnos cómo habrán sido las reuniones o las llamadas para adjudicar los terrenos de la portuaria en la concesión a los españoles; o el trato entre funcionarios del gobierno de Pérez y del gobierno de Colom con los brasileños que hoy están siendo condenados por el Caso Petrobras.

Peor aún sería saber cómo se hicieron los pactos para aquel canasto de proveedores de medicamentos que se adjudicó miles de millones de quetzales en la época de Sandra Torres y Álvaro Colom o qué le ofrecía él a los propietarios de los jets privados que “amablemente” se los prestaban para sus periplos por el mundo. Y don Álvaro Arzú con sus privatizaciones, fideicomisos, el Transmetro, etc., tampoco se queda en el olvido.

¿Cómo sería si pudiéramos conocer las negociaciones para el pago de deuda sin respaldo que contrató el Ministerio de Comunicaciones? Y eso sin haber mencionado aún la cartera de Energía y Minas, entre otras.

En fin que quien crea que con el Caso La Línea estamos llegando al fondo del asunto, creo que lo mejor será que se relaje porque necesitaremos fuerzas para recomponer un Estado que se ha organizado para delinquir. Un Estado que tanto en la esfera pública como en la privada intenta en la mayoría de las veces conseguir un beneficio adicional a lo que la ley, las buenas prácticas y el mercado permiten. Guatemala no es solo La Línea y para poder cambiar al país nos urge dejar de lado la indiferencia.

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