Lic. Douglas Abadía C.
douglas.abadia@gmail.com

Guatemala es el país de la región latinoamericana que menos invierte en investigación científica, lo cual refleja que a nivel cultural estamos acostumbrados a importar conocimiento de otros países.

El aporte de la investigación científico-social constituye una contribución al desarrollo del país y el aporte al incremento de su resiliencia ante el impacto de eventos adversos ya sea de origen geomorfológico, hidrometeorológico o antrópico, esta situación implica el ajuste de procesos educativos para inducir las modificaciones conductuales que permitan los necesarios cambios culturales.
El contexto en que se dio la aprobación de la ley 109-96 Ley de la CONRED fue caracterizado por el ocaso del conflicto armado interno, que sacudió al país por casi 36 años. Llama la atención que debido a las características de Guatemala, no haber tenido una ley que normara lo referente a la materia de desastres naturales y/o provocados evidencia la falta de planificación y visión del sector público como privado.

Cada año debemos soportar el sufrimiento de los sectores más vulnerables del país, a modo de ejemplo una comparación: en el año 1976 Guatemala sufrió un terremoto de mediana magnitud provocando miles de muertes y pérdidas materiales; en ese año del 76 únicamente existían dos hospitales públicos en la capital. Además no habían asentamientos humanos.

En la actualidad, es decir, en el año 2016 tenemos varios asentamientos humanos donde habitan cientos de personas y seguimos con los mismos dos hospitales públicos en la capital.

Otra evidencia es el subdesarrollo en que vivimos, somos una sociedad reactiva y no preventiva en varios temas como la salud, conducta vial, finanzas, no digamos en materia de cómo prevenir desastres naturales como antrópicos.

Hay que comenzar a crear una cultura de prevención del riesgo de desastres en nuestro país, pues la educación en materia de gestión de riesgo de desastres se define como el proceso de comunicación social, que forma integralmente al ser humano para comprender científicamente los riesgos, ser capaz de evitarlos, y mitigarlos y de responder, de manera efectiva a sus efectos.

Todo ser humano cuenta con alternativas propias de auto protección, que les permiten hacer uso de ellas cuando se encuentran en una situación que los atemoriza, esto nos permite emplear técnicas antes, durante y después de un evento adverso que nos ayudara a mitigar los riesgos existentes en una zona afectada y así evitar pérdidas humanas y materiales en un futuro inmediato.

La gestión del riesgo debe ser considerada como un componente integral y funcional del proceso de gestión del desarrollo global, sectorial, territorial, urbano, local, comunitario o familiar, y de la gestión ambiental, en la búsqueda de la sostenibilidad.

Es necesario incluir en el análisis de la gestión del riesgo de desastres la perspectiva desde las ciencias sociales, pues la amalgama entre el fisicalismo y las ciencias sociales permitirán alcanzar una gestión integral del riesgo de desastres en aras de evitar y minimizar los innumerables riesgos que existen en nuestro país y de esa forma evitar la pérdida invaluable de seres humanos y las pérdidas millonarias, pues ahora los desastres naturales y antrópicos han reducido su frecuencia de ocurrencia.

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