Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Hace más de un año, la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala formuló la misma convocatoria que hizo ayer para que se establezca una amplia mesa de diálogo a fin de producir las necesarias reformas al sector justicia. En ese tiempo el gobierno de Otto Pérez Molina desautorizó al comisionado Iván Velásquez, y por medio de la Cancillería le hizo ver que el diálogo para la reforma a la justicia sería convocado con toda autoridad por el gobierno de la República, exigiendo que la CICIG se apartara del tema para dejar que fueran los guatemaltecos los encargados de hacer el trabajo.

Ya sabemos que Pérez Molina no tenía intención de prorrogar el mandato de la CICIG, pero tampoco interés alguno por avanzar en la reforma al sector justicia, y por lo tanto no hubo convocatoria de parte del gobierno y el tema quedó en el olvido, tal y como esperaban en la Presidencia que ocurriera. Los posteriores acontecimientos hicieron renovar el mandato de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala y el resto es historia conocida, en cuanto a lo que el destino deparó a Pérez Molina y Baldetti, quienes ya habían tomado una decisión tajante para mandar por un tubo a Iván Velásquez con todo y su Comisión.

Ayer el Comisionado planteó un reto al Congreso, pero también a la ciudadanía para que participemos todos en el esfuerzo por promover un cambio que realmente valga la pena. Cualquiera que entienda lo que ocurre en el Congreso de la República tendrá que entender que allí ahora lo que existe es un marcado deseo por dorarle la píldora a la población aprobando modificaciones «light» que no pongan en peligro los privilegios que gozan los políticos y sus financistas. La mejor muestra es la reforma a la Ley Electoral que es un mamarracho que no resolverá, ni por asomo, los reales problemas de la representatividad que existen en la actualidad. Cambiarán la ley para que nada cambie, como tantas veces se ha hecho en el país y lo mismo pretenderán hacer con el resto de reformas que se les exijan.

Por ello es que ahora no podemos dejar vacío el espacio que se abre para tener una efectiva participación para presionar por cambios que realmente transformen al sector justicia y que permitan terminar con la impunidad que ha sido madre de todos los vicios que hay en el país. Porque la corrupción ha llegado a los niveles actuales y se ha extendido tanto en la sociedad precisamente porque la única certeza que existe es que no habrá castigo para el sinvergüenza, y quien viole la ley o estafe al pueblo. Sin impunidad no tendríamos la clase de diputados que tenemos ni la clase de gobernantes que hemos tenido porque la inmensa mayoría tendría que haber ido al bote para expiar las gravísimas culpas del mal uso que hicieron del poder y del dinero que debió invertirse para combatir la pobreza.

Quien crea que en el Congreso están zurrados y prestos a trabajar por los cambios no conoce a nuestra clase política. Están ocupados en arreglarse la pelota, en dar un poco de atole con el dedo para seguir medrando y nada más. Esa es la verdad verdadera, como decía Cerezo.

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