Félix Loarca Guzmán

El nuevo gobierno de Guatemala que encabeza el Presidente Jimmy Morales, ha empezado a dar sus primeros pasos, algunos vacilantes, pero tal vez con buenas intenciones. En todo caso, hay que darle el beneficio de la duda.

En general, el Presidente recibió un país en trozos como dice la expresión popular, en donde casi el 60 por ciento de la población vive en la pobreza, y el 23.4 % en pobreza extrema, en medio de una profunda crisis hospitalaria y un gobierno quebrado por la falta de recursos financieros. El lunes pasado, el gobernante acudió al Congreso, solicitando la aprobación de una emisión de bonos por mil 600 millones de quetzales, para atender gastos urgentes de instituciones estatales.

El mensaje de austeridad que el Presidente Morales envió al viajar en clase económica en una línea aérea comercial a Ecuador para asistir a una Cumbre de Presidentes de América Latina, causó una buena impresión. También fue un buen mensaje, su decisión de hacer público el monto de su patrimonio personal, al presentar su respectiva declaración ante la Contraloría de Cuentas, aun cuando legalmente no estaba obligado a ello.

Pero también hay que señalar que entre los primeros errores del gobernante, sobresale que en su Gabinete hay una alta influencia del poder económico.

El académico guatemalteco, Rafael Cuevas Molina, director de la Revista Electrónica Con Nuestra América, que se edita en Costa Rica, realizó un análisis sobre la situación de Guatemala y la calificó de desastrosa. Dice que «Guatemala es una bomba de tiempo». 36 años de guerra interna tuvieron como base desigualdades pavorosas, que no solo siguen presentes, sino están creciendo.

Ante algunas opiniones sobre que la corrupción y la ineficiencia de la clase política, son la causa de la actual situación de Guatemala, este analista dice que «puede ser» que ambos factores hagan su contribución, pero no son la causa principal».

Explica que las causas hay que buscarlas en la estructura de la formación social guatemalteca, basada en la explotación inmisericorde de la fuerza de trabajo, el acaparamiento de la tierra y las prebendas tributarias.

A ello agrega la condición de colonialismo interno en el que el empresariado y la oligarquía ladina, mantienen a la población indígena del país.

Artículo anteriorEl reemplazo de la OEA por la CELAC: un proyecto de muy difícil realización (Primera parte)
Artículo siguienteLa participación ciudadana