Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

La decisión de develar los salarios es como las renuncias de Otto Pérez y Roxana Baldetti, es decir, algo bueno pero no lo suficiente para cambiar el fondo de las cosas; en otras palabras, con esas medidas aún no ha cambiado nada.

Que Mario Taracena haya cumplido con la ley fue una buena iniciativa, tan buena que hizo que pasara de noche la contratación de dos achichincles de la vieja política, Carlos Menocal y quien manejó los millones de la publicidad del gobierno de Sandra Torres, Ronaldo Robles, quienes estaban desempleados porque no ganó la ex esposa de Colom. Por cierto, tales personajes no pasaron ninguna pena económica tras dejar el gobierno.

Y yo decía en mi columna pasada, que si Taracena de verdad quiere hacerle bien a este país y dejar de ser parte de los vicios del sistema para ser parte de la solución, tiene que ser el facilitador para que se le pueda entrar a los grandes problemas y ello se logra poniendo en agenda los temas espinosos.

Además de hacer los ajustes para que Guatemala tenga una salida y pueda renegociar todos los pactos colectivos del Estado, Taracena debe propiciar el terreno para que se puedan modificar las reglas de elección y supervisión de jueces, magistrados de sala, CSJ y CC; se pueda hacer una verdadera modificación del sistema y la matriz de compras del Estado, se elimine el uso de los fideicomisos y se cree el Sistema Nacional de Compras, se transparente o elimine el financiamiento electoral privado y se modifiquen las reglas electorales.

Decía que se debe  eliminar el mafioso listado geográfico de obras, se debe llevar a cabo una reforma del servicio civil, la reingeniería de nuevos entes para que exista un verdadero mecanismo de rendición de cuentas y de transparencia y mencionaba que si lo hacía,  no solo lo tendríamos que apoyar sino que se posicionaría como un líder que lucha por cambiar las cosas de fondo.

Pero eso no ocurrirá solo por un arranque de macho viejo de nuestro presidente del Congreso, sino pasará sí y solo sí, nosotros decidimos cambiar la Plaza por el Congreso; los sábados por los días que agenden y los días que sesionen los diputados y las pancartas por propuestas concretas que deriven en reformas o nuevas leyes. Los empleadores debemos dar los permisos necesarios a los trabajadores que deseen asistir y hacer escuchar su voz por una Guatemala para todos.

Con el antejuicio de Otto Pérez la gente entendió, efímeramente, que el Congreso es la llave o la tranca para todo, pero después de eso el Congreso volvió a la normalidad porque los congresistas se dieron cuenta que la gente otra vez se concentró en la Plaza y se olvidaron de ellos.

Luego, los diputados se sintieron refrendados el 6 de septiembre y hoy, salvo los comentarios en redes sociales, los salarios del legislativo siguen igual y como bien dijo el Secretario del Sindicato a La Hora, los sueldos se deben pagar porque mientras no haya una reforma no se puede hacer nada.

Entonces, ¿no cree que hay que centrar todas las fuerzas, todas las voces y todo el peso de su voluntad en el Congreso de la República? No se confunda, con esto no digo que nos olvidemos de la Ministra Shery, de que en este gobierno ya le entregaron lo más importante a los del sector privado que financiaron la última fase de la campaña y un largo etcétera; solo digo que si no cambian las reglas seguiremos en las mismas.

Centrarnos en el Congreso significa incidir para que los diputados y sus comisiones se declaren en sesión permanente y en no más de 6 meses, hayamos reformado o creado las leyes necesarias para enfrentar los vicios y las mafias del sistema y entonces ahí, que nos llamen ejemplo de democracia.

 

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