Cualquiera se pregunta cómo es que un país como Guatemala, con los desequilibrios sociales existentes y la insatisfacción tan grande que provoca esa inmensa oleada migratoria hacia Estados Unidos no ha sufrido un estallido social; la respuesta está en los 43 mil millones de quetzales que anualmente entran al país como producto de las remesas familiares y que constituye el mayor ingreso para nuestro país, equivalente al diez por ciento de nuestro Producto Interno Bruto.

En otras palabras el motor más importante de nuestra economía está en Estados Unidos por el trabajo de los guatemaltecos que emigran hacia allá para mejorar sus ingresos y enviarlos a sus familiares en Guatemala, lo cual se ha convertido en un cómodo colchón para quienes históricamente se han resistido a los cambios sociales que hacen falta para propiciar igualdad de oportunidades para los habitantes del país. No olvidemos que durante mucho tiempo se consideró que mantener al pueblo en la ignorancia era una especie de seguro de vida para los regímenes despóticos y autoritarios que requerían de un pueblo sumiso y hundido en la ignorancia. Esos dictadores en cuyo nombre se erigen hoy viaductos nunca pensaron en políticas de desarrollo porque le tenían miedo a la educación del pueblo y ese lastre nos ha pesado por mucho tiempo.

Hoy mismo la corrupción no sólo desvía los fondos que debieran impulsar el desarrollo social, sino que, además, sirve de excusa perfecta para la doctrina económica que se resiste al pago de impuestos y que sigue considerando que el tributo es un despojo que se hace al empresario, por lo que sus efectos son una doble condena para el pueblo que sufre las mayores condiciones de pobreza.

Debiera ser el mayor motivo de vergüenza nacional esa cifra de remesas que mantiene a flote nuestra economía porque es una muestra del marcado desinterés que los guatemaltecos tenemos por impulsar nuestro desarrollo sostenible sobre bases sólidas de un desarrollo humano intenso.

Existen, además, razones para preocuparnos porque no se puede negar el crecimiento de una fuerte corriente xenofóbica en Estados Unidos, alentada por las facciones más radicales de los conservadores, que pretende la expulsión de los inmigrantes ilegales que son, justamente los que nutren ese flujo de remesas que son la tabla de salvación de la economía guatemalteca.

Tenemos que entender que las remesas son un motivo de vergüenza porque son producto de nuestra injusticia social y del secular descuido por nuestra gente y nos deben obligar a reflexionar sobre la urgente necesidad de crear un modelo distinto de gestión política.

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