Víctor Hugo Godoy

Escribí los tres anteriores artículos sobre qué es la corrupción, convencido de que la batalla por la democracia y por un país incluyente con un Estado que persigue el bienestar general, pasa por ponernos de acuerdo sobre que entenderemos por ese concepto que es uno de los que impide esos y otros anhelos. En esas entregas hice notar que la corrupción no es sólo el cobro de comisiones para adjudicar obra pública, o la «mordida» para agilizar trámites o evitar sanciones; sino también existe corrupción en las normas e interpretaciones jurídicas, lo que podría llamarse corrupción «legalizada».

Y aquí quiero que meditemos en lo siguiente: El ritual electoral que cada cuatro años permite la renovación o la repitencia de los gobernantes, tiene como base la certeza de una esperanza o expectativa para el electorado por parte del candidato más votado. La última promesa en 2011 había sido «mano dura». Sin embargo, en el proceso electoral recién finalizado ninguna opción política había logrado colocar en el imaginario del guatemalteco la promesa tan esperada. Es así, que el candidato que se mantuvo a la cabeza de las encuestas durante los tres años anteriores a la elección, nunca sobrepasó el 50% de las preferencias, aunque aún no tenía contrincantes que le hicieran competencia.

De repente, el 16 de abril la CICIG y el MP destapan la conspiración para defraudar impuestos aduaneros denominada «La Línea» en la que aparecen involucradas las más altas autoridades electas del país y, también aparecen otros negocios turbios realizados por allegados a los primeros, desencadenándose una indignación ciudadana que si bien se centró en pedir castigo para la clase política corrupta también pidió castigo para los corruptores. Mientras esto sucedía en las manifestaciones callejeras, en los arriates citadinos se veían unas pequeñas vallas propagandísticas que decían: «Morales, Jimmy. Ni corrupto, ni ladrón»

Para un pueblo que el 70% vive en la informalidad, que la mitad de sus niños padece desnutrición crónica, que el 10% de su fuerza laboral trabaja fuera del país por falta de oportunidades, es decir, que el Estado no lo protege; sabiendo que su única arma es el voto, aunque en un sistema político amañado, quiso dar una lección a los poderosos, principiando por los políticos que no han velado por el bien común. Pero, ¿cómo pudieron estas altas autoridades, ahora defenestradas, llegar hasta tan alta representación? Pues con el concurso y afán de los corruptores que hasta ahora principian a aparecer y sólo en algunos ámbitos de negocios. Faltará ver lo que se descubra en el transporte público, las concesiones de explotación del subsuelo, los negocios público-privados, las hidroeléctricas, la minería, los contratos para obra pública y un largo etcétera. Considero que a partir de ahora la ciudadanía tomará conciencia de su soberanía y estará ojo avizor.

Creo que el mandato para el nuevo Presidente en el imaginario popular es: vele por nuestro bienestar y cuídese del Rey del Pollo y del Rey del Tenis.

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