Javier Estrada Tobar
jestrada@lahora.com.gt – @JAVIEResTOBAR

Esta semana tuve la oportunidad de entrevistar a Iván Velásquez, el jefe de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), uno de los rostros más visibles de la cruzada que se lleva a cabo actualmente contra la impunidad, que además involucra a varias instituciones nacionales como el Ministerio Público y el Organismo Judicial.

La conversación fue sumamente enriquecedora porque me permitió conocer de primera mano la visión del Comisionado sobre el problema de la corrupción y sus ideas sobre cómo se debe combatir ese mal, pero además me dejó claro algo que no tenía presente y que seguramente también pasa desapercibido a otras personas, y es que Iván Velásquez y la CICIG no nos van a resolver todos los problemas de Guatemala.

Puede ser la tradición caudillista del país y de la región que hagan de Velásquez una figura notoria en el combate a la corrupción, y que muchos proyecten en él la solución para un problema histórico y plenamente enraizado en el sector público y el privado. No obstante, esa idea se aleja mucho de la realidad.

Decía Velásquez que la Comisión cumple con su función de desestructurar a grupos criminales, que dejan en evidencia el funcionamiento de la compleja maquinaria de la corrupción, pero nos advertía que problemas estructurales requieren respuestas estructurales, que iban más allá del papel de la Comisión y de las manifestaciones ciudadanas.

Los casos de la CICIG son vitales y las protestas que se dieron este año en la Plaza de la Constitución sí fueron importantes, señalaba el Comisionado, pero el siguiente paso es la organización ciudadana para emprender acciones concretas que sumen esfuerzos para rescatar a las instituciones, reformar leyes y combatir la corrupción.

No hay que esperar a que alguien más nos solucione los problemas y es por eso que todos los ciudadanos debemos asumir un papel activo si de verdad esperamos un cambio, pero eso nos exige un compromiso decidido para actuar.

Las intervenciones son necesarias, por ejemplo, para suplir el vacío que dejan las estructuras de narcotráfico en las comunidades donde actúan como benefactores; en el Sistema Penitenciario, donde grupos criminales son los encargados del “orden” o en el sistema de salud pública, donde evidentemente hizo falta una auditoría estatal.

Creo que el mensaje de Velásquez es claro y contundente. Tenemos que alejarnos de la añeja costumbre de esperar a que las cosas pasen por la voluntad de otros y animarnos a ser nosotros el motor del cambio. ¿Cómo lograrlo? el Comisionado también lo ha dicho. Las organizaciones que promovieron las manifestaciones pacíficas deben reactivarse, reorganizarse y plantear propuestas.

Pienso que Guatemala vive una etapa histórica, pero depende de los guatemaltecos que este momento se convierta en un parteaguas entre la inmovilidad y la acción.

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