Adolfo Mazariegos

Durante el fin de semana recién pasado hice un breve recorrido por el centro de la ciudad. Tuve la oportunidad de visitar los espacios de las distintas librerías que forman parte de la Feria Municipal del Libro (en su edición número 44, creo) instalada a pocos pasos del Portal del Comercio y a un costado del Parque Centenario. Como siempre, puedo decir que me di gusto echándole un vistazo a una buena cantidad de libros de todo tipo, y consumí buenos minutos dando ese breve, pero agradable recorrido. Este año, pude apreciar que en la Feria hay también algunos talleres gratuitos de pintura y dibujo, juegos de ajedrez, y en determinados horarios, según vi anunciado, también hay cuentacuentos sin costo alguno (lo cual considero algo buenísimo y elogiable). He de decir que siempre me han parecido estupendas estas oportunidades para darle un vistazo a los libros que hay en venta y, de ser posible, adquirir algún ejemplar de los que de pronto podemos encontrar entre las distintas ofertas que los libreros ponen a disposición del público. Sin embargo, hay algo que siempre ha llamado mi atención y que siempre me ha parecido preocupante (y hoy, ya que tengo esta maravillosa oportunidad a través de estas líneas), quisiera traerlo a colación: Guatemala es un país en el que se lee poco, todos lo sabemos, y seguramente se seguirá leyendo poco en virtud de varios factores que inciden directamente en ello. Uno de estos factores es el hecho de que el sistema educativo del país es un sistema deficiente, anacrónico, que no promueve la lectura y en el que las instancias correspondientes del Estado no invierten ni siquiera la mitad de lo verdaderamente necesario. A esto sumémosle la poca capacidad adquisitiva que tiene el guatemalteco promedio que, lógicamente, preferirá comparar algo de comer para pasar un fin de semana agradable con su familia, que comprar algún libro que seguramente superará dicha capacidad. Ciertamente el país y sus autoridades tienen muchas cosas por las cuales preocuparse, (como la salud y los hospitales públicos, tan golpeados hoy día; como la seguridad ciudadana, de la cual es mejor ni hablar; como el empleo, tan necesario y escurridizo; como el transporte público y sus inacabables problemas; como…, en fin), sin embargo, hemos de reconocer que la educación también es muy importante para cualquier país que desee que sus habitantes se superen y mejoren su calidad de vida. Por lo tanto, como pregunta personal, dejo esta sencilla inquietud en el ambiente, ¿habrá en el corto plazo alguna manera de que mejoremos la educación, de que promovamos la lectura y de que se facilite un verdadero acceso a la adquisición de libros a los guatemaltecos? Yo, por de pronto, les invito a que si les es posible, se den una vuelta por la Feria Municipal del Libro. Y a las autoridades del Estado a las que corresponda, ¡aló!

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