Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Una de las lecciones que reiteradamente recibimos desde la infancia es la de no hacer leña del árbol caído que significa tener mínimos de consideración para quienes están pasando penas purgando por errores cometidos. Sin embargo, ahora que el país se está llenando de árboles caídos, y desde muy alto, acusados de ser parte de la corrupción que ha empobrecido al país, es bueno preguntarnos si no es necesario que realmente hagamos leña con ellos para que se siente el precedente de que la sociedad no va a tolerar más la desfachatez de quienes se aprovechan de su posición política o empresarial para actuar en contra de la ley y de los intereses del país y su gente.

Antaño, cuando más se hablaba de esa idea de no hacer leña del árbol caído, existía un concepto distinto de la decencia y los largos, los sinvergüenzas eran repudiados y rechazados por la gente que se consideraba decente. Valía más un buen nombre que una billetera repleta de dinero, pero conforme se fue asentando en el imaginario social que el éxito se medía por el tamaño de la fortuna del individuo, empezamos a ser más tolerantes y relativizar nuestro concepto de la gente de bien.

Legalmente no podemos discriminar ni excluir de la sociedad a los ladrones mientras no se les pruebe que son delincuentes y como este ha sido el país de la eterna impunidad, pues todos los que se han hartado con el dinero público y con negocios realizados mediante el asqueroso tráfico de influencias tienen derecho a entrar y salir como si fueran decentes en los lugares públicos y privados sin que nadie les haga ni una mala mirada.

Pero como el tema de la impunidad ha empezado a cambiar y están saliendo a luz muchas cosas que todos sabíamos pero ante las que no hacíamos ni decíamos nada, ahora tenemos también que ir modificando nuestro comportamiento y no podemos seguir siendo tolerantes ni siquiera ante esos millonarios que se pavonean con su dinero mal habido. Y hacer leña del árbol caído es válido cuando el árbol cayó porque los agarraron con las manos en la masa mediante las ahora ya célebres escuchas telefónicas que son productivas por el nivel de impunidad que llegó a existir y que hizo que muchos ni siquiera pudieran imaginar que podrían ser procesados por lo que hablaron por teléfono o por las comunicaciones que mantuvieron por los medios electrónicos.

De suerte que, con el perdón de la gente más bonachona que sigue pensando que nadie debe hacer leña del árbol caído, yo creo que no basta con hacer leña sino hay que sacar viruta con todos esos sinvergüenzas que ya conocíamos pero que ahora se definen y pintan de cuerpo entero en sus propias voces, en sus propias conversaciones, cuando pactan cómo y por cuánto van a hacer los negocios que significan hambre, miseria, enfermedad y muerte para la gente más necesitada de nuestro país.

Y Dios quiera que así como han acabado con nuestros bosques, en este caso sigan derribando árboles que no merecen ni consideración, menos conmiseración.

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