Siempre se ha sabido, pero cuando se escucha a uno de los sindicados de robarle la salud al pueblo decir que al fin y al cabo la salud es un negocio y que quién no va a querer ganar dinero haciendo trampas, el cinismo retumba en los oídos de cualquiera de manera más que ofensiva, cínica y criminal. Lástima grande que no sea tan fácil asociar las muertes ocurridas por desabastecimiento o falta de medicinas e insumos con estos sinvergüenzas, porque valdría la pena que se pudrieran en la cárcel hasta después de muertos.

Sería bueno que los parientes de personas que murieron a causa de esas constantes deficiencias de nuestro sistema de salud y de afiliados al Instituto Guatemalteco de Seguridad Social muertos en idénticas circunstancias, se apersonaran al Ministerio Público para denunciar los hechos y reclamar castigo contra todos los ladrones que se han hartado con el dinero público lucrando en eso que ellos cínicamente llaman “el negocio de la salud”.

Y que como sociedad seamos implacables con este tipo de individuos porque si debemos ser intolerantes con todos los corruptos, cuánto más con los que lucran a costillas de las enfermedades de nuestro pueblo y luego tienen el cinismo incomprensible de decir de la manera más tranquila del mundo que están participando simplemente en un negocio.

Cuando un sádico asesino es puesto en evidencia la gente se indigna y la vindicta pública reclama el mayor castigo para quien muestra tal desprecio por la vida humana. Hay lugares en Guatemala en donde han linchado a alguien simplemente por suponer que es un asesino, porque indigna la forma en que actúan los criminales en nuestro país con esa forma de menospreciar el valor de la vida. En esas circunstancias, nuestra actitud ante los ladrones de cuello blanco que se vuelven millonarios lucrando en lo que ellos llaman el negocio de la medicina, con todo y las mortales implicaciones que tiene para miles de personas que mueren o que se mantienen en condiciones deplorables de salud, tiene que ser por lo menos la que mostramos ante un sádico asesino que mata por placer mientras que éstos, además del placer, se embolsan mucho dinero que les permite a ellos y sus familias vivir como potentados.

Obviamente estamos expresando nuestra profunda indignación ante este tipo de crímenes y puede parecer extrema nuestra postura, pero es que una sociedad que deja que nos traten así los sinvergüenzas no tiene perdón de Dios. Si algo no podemos aceptar y tolerar es que esa gente se salga con la suya y que, a lo sumo, reciba una modesta pena de cárcel.

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