Marco Tulio Trejo Paiz

Gran sorpresa recibí al leer días atrás la columna de La Hora, escrita por Paco Cáceres, sobre el deceso del doctor Ricardo Asturias Valenzuela.
Conocí a dicho profesional de la medicina cuando desempeñaba el cargo de Subgerente del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, y fue entonces cuando dio inicio una relación cordial. Yo sabía que tuvo una militancia activa, muy valiente, de carácter cívico, en el movimiento rebelde de 1944 que echó abajo al régimen de gobierno dictatorial del general Jorge Ubico.
Asimismo, Asturias Valenzuela, solidario con el estudiantado y con otros sectores del pueblo, participó en la gloriosa Revolución del 20 de Octubre de aquel memorable año contra el gobierno de los 108 días, apéndice del de Ubico, al mando de Federico Ponce Vaides.
El ahora ya desaparecido ilustre ciudadano, además de la posición del personal técnico del IGSS, fue gerente y también presidente de la Junta Directiva de la misma institución. Más tarde fue Ministro de Salud Pública y Asistencia Social, así como asesor de la Casa del Niño que funciona atrás del Santuario de Guadalupe.
Me ahorro palabras porque Paco Cáceres hizo una especie de prosopografía, en su leída columna, sobre la recia personalidad del doctor Asturias Valenzuela y su admirable trayectoria y ejecutorias.
Valga añadir, empero, que el doctor Asturias Valenzuela actuó honesta y eficientemente al servicio de la patria en calidad de vicepresidente del Consejo de Estado instalado en 1982 en el edificio del Congreso, Yo también fui miembro de ese ente autor de la creación de la Procuraduría de los Derechos Humanos, de la Corte de Constitucionalidad, del Tribunal Supremo Electoral, etcétera.
Es una pérdida irreparable para Guatemala y los guatemaltecos el fallecimiento del doctor Asturias Valenzuela, de gran sensibilidad social muy de humanos. Le dolía el dolor, por así decirlo, de la gente del pueblo: hombres, mujeres y niños, incluidos los ancianos, hundidos, todos, en la pobreza.
Juan Pueblo está de luto, lagrimeando de tristeza inconsolablemente, y presenta sentido pésame a los deudos del doctor Ricardo Asturias Valenzuela.

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