Los guatemaltecos tenemos fama de tener poca memoria histórica, pero debemos conservar la esperanza de que lo acontecido este año, cuando nos libramos de nuestra también ancestral indiferencia, sirva para que cobremos plena conciencia de lo ocurrido en El Cambray II y que, sobre todo, no olvidemos a esos cientos de víctimas cuyos cuerpos quedarán soterrados para siempre en un nuevo camposanto erigido como producto de la imprevisión y descuido de una sociedad que se entregó en brazos de la corrupción y no tuvo ojos ni oídos para entender que ello, la corrupción, tarde o temprano tiene que pasar facturas y que tristemente la gente que vive en condiciones más adversas es la que tiene que pagarlas.

Porque no olvidar a esas más de trescientas víctimas mortales a cuyos restos no se podrá llegar nos tiene que comprometer seriamente para trabajar a fin de evitar la repetición de este tipo de desastres totalmente previsibles y que, sin embargo, siguen en la agenda del país porque no tenemos instrumentos ni recursos (todo se lo roban) para atender la necesidad de vivienda de millones de guatemaltecos que tienen que edificar sus casas en lugares de alto riesgo que son los únicos a los que tienen acceso.

Creemos que una forma correcta de empezar a mostrar nuestro compromiso es presionar a las autoridades de Conred para que nos presenten una propuesta coherente de reformas legales para que se le pueda proporcionar a la institución el poder suficiente para ser un efectivo coordinador institucional que, tras los estudios técnicos del caso, pueda forzar a la adopción de medidas que salven vidas.

Es imperativa la presión social para sacar del letargo a un Congreso especialista en aprobar leyes al gusto del cliente, como la que ahora promueven los que quieren exoneraciones de impuestos con la excusa de ayudar a deportistas de alto rendimiento, pero que no mueve un dedo cuando se trata de asuntos de verdadera importancia nacional y, nunca mejor dicho que ahora, cuestiones que verdaderamente son de vida o muerte.

El “no sabíamos” ya no puede servir de excusa para el letargo. 10 mil kilómetros cuadrados del territorio es de alto riesgo y solo en la ciudad capital hay alrededor de 300 mil guatemaltecos viviendo en condiciones que puedan ser catastróficas. No tenemos excusa para volver a ser indiferentes frente a las necesidades y la pobreza de nuestra gente. La corrupción genera pobreza y la pobreza genera muerte, marginación y exclusión. Esa no es la Guatemala que queremos y que debemos construir.

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