Luis Enrique Pérez

Cifras de tres encuestas sobre intención de voto en la elección presidencial que se celebrará el próximo domingo 25 de Octubre, sugieren una proporción de intención de voto extraordinariamente mayor en favor de Jimmy Morales. Una encuesta le adjudicó a Morales 60% de intención de voto, y 23% a Sandra Torres. Una segunda encuesta le adjudicó 73% a Morales, y 28% de Torres. Y una tercera encuesta le adjudicó 60% a Morales, y 23% a Torres. Hay, entonces, una diferencia mayor de hasta 45% y una diferencia menor de hasta 37%.

Las tres encuestas son recientes. Por supuesto, puede haber una variación de proporción de intención de voto, aunque la segunda elección esté muy próxima, y se reduzca la probabilidad de que acontezcan sucesos que alteren esa intención. La posibilidad de esa variación incita a reiterar que una encuesta de intención de voto no es una predicción del voto que finalmente emitirán los electores. Solo suministra un conocimiento de la intención que el votante tiene en el acto mismo de ser encuestado. Su intención, por consiguiente, hasta puede variar minutos después de ser encuestado. En suma: una encuesta no es profética, aunque quien ignora la naturaleza de una encuesta, pretenda que lo sea.

Sobre las tres encuestas mencionadas podemos plantear cuestiones que conciernen al grado de verosimilitud (o de inverosimilitud) de las cifras. Por ejemplo, ¿realmente hubo una mayor proporción de intención de voto en favor de Morales, expresada por los ciudadanos cuando fueron encuestados? Si hubo esa mayor proporción en favor de Morales, ¿fue una notable mayor proporción? ¿Habría Morales financiado las encuestas, precisamente para que se alteraran cifras y le adjudicaran una cuantiosa proporción de intención de voto?

Opino que es verosímil que haya una diferencia de proporción de intención de votos en favor de Morales; pero no hay certidumbre sobre la exactitud de la diferencia. Podría ser una diferencia, por ejemplo, de 10%, o de 7.8% o de 60%. Un fundamento de mi opinión consiste en que es improbable que haya habido algún convenio para que las tres encuestas le adjudicaran una mayor intención de voto a Morales. Opino también que si Morales hubiera financiado las tres encuestas, probablemente pretendía que tales encuestas fueran un instrumento publicitario o propagandístico; pero no han sido tal instrumento, sino que las cifras de las tres encuestas han sido publicadas con un propósito evidentemente periodístico, y no político, publicitario o propagandístico.

Aludo, por ejemplo, al periódico República.gt (al cual se accede exclusivamente por Internet), que publicó un artículo denominado “Encuesta: Jimmy Morales aventajaría en segunda vuelta”, que le adjudicó una intención de voto de 59.7% a Morales, y 22.5%, a Torres. O aludo a “El Periódico”, cuya opinión editorial, denominada “Intención de voto para segunda vuelta”, mencionó una encuesta que le adjudicó una intención de voto de 72.6% a Morales, y 27.4% a Torres.

La notable ventaja de votos que, en la segunda elección, podría obtener Morales, no sería un fenómeno político destinado a constituir una fantástica novedad en la historia electoral de nuestro país, a partir de la década de 1980. Por ejemplo (como menciona El Periódico, en la opinión editorial citada), en la segunda elección presidencial del proceso electoral que se celebró en el año 1985, el candidato Marco Vinicio Cerezo obtuvo 68.37%, y su contendiente, Jorge Rafael Carpio, 31.63%. Es explicable que pueda haber semejante diferencia, porque es diferencia de proporción de intención de voto, y porque hay que elegir solo entre dos candidatos presidenciales.

Post scriptum. Las cifras de las encuestas sugieren que Jimmy Morales ha atraído, más que Sandra Torres, el voto de los ciudadanos que, en la primera elección, votaron por otros candidatos presidenciales.

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