Alfonso Mata

Cuando se realicen las elecciones, se habrán cumplido siete períodos dizque «de democracia» consolidada en una cultura política «a la medida de ambiciones personales»; un modo de organizar intereses y valores, y de administrar conflictos en un «estilo» de ejercicio del poder que reúne o conjuga violaciones a la ley cada vez más refinadas y abundantes, en el cual el incremento del chantaje, robo e injusticia, revitaliza una forma de gobernar como negocio. Esa «anomalía» que pareciera presentarse como inmutable, muchos con fe esperan que un mundo globalizado y en una sociedad abierta e interdependiente con el peso de las hegemonías mundiales influirá en el cambio y en mejorar las relaciones entre la Sociedad y el Estado. Tal cosa no ha sucedido y está muy lejos de suceder.

¿Podemos llamarle modelo? O, ¿proyecto político? A lo que los candidatos nos han presentado. ¡No! los partidos y comités cívicos, no tienen todavía un dogma o literatura política propia que defina cómo quieren gobernar. En mítines y medios de comunicación lo que expresan los candidatos es una serie de políticas denunciativas sin proponer alternativas novedosas a esas situaciones, sino solo intenciones. El discurso eleccionario es, en general, capitalista y liberal (las hegemonías mundiales) y pobre en proponer alternativas que superen los males de la República.

En realidad, tiende a la reparación de situaciones, no a cambio de condiciones y causales. Una larga lista de medidas reparadoras, ya forma parte indisoluble en el discurso eleccionario de siempre, con predominio por razones de campaña, de medidas benefactoras, lo que da esperanzas al pobre y asegura su voto. Y ninguno de los partidos en contienda, menciona ni la más mínima posibilidad de construir una alternativa de un «capitalismo sano», pues nadie toca el punto de qué hará ante las evidenciadas de la alta concentración económica nacional en manos de poquísimas multinacionales, la dependencia del imperio agroexportador y las remesas para la generación de divisas que escasean y la pobre industrialización nacional, entre otros tópicos, que necesita ser rota de monopolios para dar oportunidades iguales a varios. Tenemos un escenario de elección, en el que las tres figuras con más chance para coronar, son manifestaciones de un liberalismo lleno de componendas, privilegios y acuerdos mal sanos social y económicamente.

Entender y atender y no subestimar la inflación, cuando se presenta como un indicador sostenido en el tiempo, las decisiones erráticas del Banco de Guatemala, las pobres reformas tributarias y financieras, es algo que omite como inexistente el candidato y si lo habla, lo hace con poca claridad de lo que hará al respecto.

El endurecimiento en materia de seguridad pública es unánime tópico, pero sólo a través de la reacción. Todos nos presentan un Estado que se oferta dispuesto a administrar la seguridad, sin ir al fondo del problema eminentemente social ya que de las brechas sociales, las injusticias que se cometen, lo único que hablan los candidatos, es de actuar como benefactor.

En el proyecto reforma de leyes, en cuanto a qué hacer con el delincuente y corrupto cuando sea atrapado con «las manos en la masa», la «atribulada técnica jurídica y legislativa» de que hablan los presidenciables y los partidos, no ofrece cambio alguno para actuar ante el tortuguismo e injusticia. La ley electoral y de partidos políticos está siendo modificada a la medida del diputado y el alcalde para que vivan en situación irregular. Y la de contrataciones y de servicio civil se conservan con su definición ambigua, para una situación que de hecho, contradice la jurisprudencia en favor de la irregularidad, cuyos poderes de cualquier modo se expanden gracias a esa imprecisión.

El principal escollo es que ninguno de los candidatos ha hablado ni podido diseñar un esquema, modelo, o como quiera llamárselo y no vislumbro un candidato que encarne las mejores virtudes y logros para enderezar el proceso político y el modelo de gobernar. No hay pues lanzamiento de ideas ni modelos que permitan no decir que seguiremos comiendo políticamente de lo mismo con cualquiera de ellos.

Tampoco se han presentado políticas públicas que persigan fines que incidan materialmente en la recuperación de la autoestima y las posibilidades de desarrollo de un pueblo organizado. No puedo ver al ciudadano que pueda decir el día posterior a las elecciones «hoy vencimos». Vencerán los mismos para preservar el sistema. Una justicia que no llega es lo que veo.

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