Por importante y trascendente que pueda ser la renuncia del Presidente de la República y previamente el de su Vicepresidenta, hay que entender que el fin de su gestión no significa nada si los guatemaltecos no damos el empujón que hace falta para cambiar el sistema. No basta con el logro de haberlos separado del cargo ni su consignación a los tribunales de justicia, porque lo que hace falta es terminar con una era de corrupción e impunidad que ni empezó ni termina con Pérez Molina y Baldetti.

Desde luego el país ha dado un paso histórico y se convierte en ejemplo de cómo, en medio de todo un sistema de impunidad, el trabajo de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala abrió la brecha para romper con una tradición en la que todos los que han gobernado al país se han tapado con la misma chamarra, protegiéndose unos a otros. Pero el modelo que ha permitido la cooptación del Estado para que sirva a la corrupción, para que los beneficiarios sean siempre los financistas y quienes hacen negocios con el dinero público, ese sistema sigue intacto y se verá “legitimado” el domingo cuando los guatemaltecos elijan a sus nuevas autoridades en el marco, exactamente en el mismo marco, de las elecciones en las que se ha dado el mandato a esos gobernantes que se enriquecieron en el poder.

Creemos que es el fin de una era porque los ciudadanos guatemaltecos hemos abandonado nuestra tradicional indiferencia que, en buena medida, facilitó a los ladrones alzarse con los bienes públicos. Fue tanta nuestra indiferencia que el cinismo fue subiendo de tono hasta alcanzar niveles de escándalo cuando la señora Baldetti su burló del pueblo con sus frases cínicas sobre sus negocios. Ojalá el guatemalteco no vuelva nunca más a ser ese habitante que no ejerce ciudadanía y que, a lo sumo, refunfuña por el comportamiento de los políticos, pero sí asumir el papel protagónico que se ha jugado en estos meses.

Pero si llegamos a entender que el problema está en un viciado sistema político y que urge una reforma, una refundación del Estado para modificar las reglas de juego, aprovechando este momento de fervor cívico que ha mostrado el pueblo, el país puede tener un futuro alentador y los pícaros pueden quedar proscritos del ejercicio de funciones públicas.

Es justamente eso lo que nos hace falta, un último aire para darlo todo por la patria y para expulsar a todos los mercaderes del templo. Pérez Molina y Baldetti son hoy la cara visible, pero antes que ellos y junto a ellos, hay numerosos sinvergüenzas que se agazapan para caminar fuera del radar de la CICIG.

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