Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Cuando Carlos Castresana llegó a Guatemala, por la noche tuvimos una reunión en la casa de Anders Kompass, jefe de la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Derechos Humanos, y pude así conocer a ese extraordinario español que fue nombrado para dirigir la difícil tarea de montar una institución para combatir el flagelo de la corrupción en Guatemala. Kompass reconocía mi esfuerzo para luchar contra los poderes fácticos que no querían a la CICIG y dispuso esa reunión con Carlos en la que conversamos largamente sobre el tema.

Luego nos reunimos varias veces para conversar sobre los avances y obstáculos de la Comisión y supe de primera mano de la forma en que se montó la conspiración que al final le hizo apartarse por considerar que al atacar de esa forma su integridad el daño era para la CICIG, esfuerzo en el que él creía tanto. Con su sucesor me habré reunido unas dos o tres veces, pero siempre me pareció poco enfocado en los temas fundamentales y siento que no hubo afinidad en nuestros puntos de vista.

Cuando llegó Iván Velásquez, precedido del prestigio que había alcanzado en Colombia por su papel en la promoción de la justicia, pensé que para el último tramo de la CICIG en Guatemala alguien como él podía marcar la diferencia. Al conocerlo me impresionó su absoluta serenidad y el conocimiento que ya tenía de la trama de la impunidad en el país y reavivé mi esperanza de que esa Comisión pudiera dejar efectivamente aportes significativos y profundos en la lucha contra una estructura tan cimentada para asegurar que el peso de la ley nunca caiga sobre cierto tipo de personas que tienen las relaciones y contactos para beneficiarse de la corrupción.

Absolutamente profesional es una persona que comunica lo indispensable y escucha atentamente. Nuevamente volví a sentir que había una mayor afinidad en puntos de vista e intereses sobre lo que se podía hacer por este mi país y los hechos posteriores me vienen a ratificar que no me había equivocado.

Hoy el Comisionado está recibiendo muestras de apoyo y de respeto de distintos sectores de la sociedad, sobre todo luego que torpemente Baldizón se lanzara en forma personal en contra suya. Velásquez ha realizado su trabajo de investigación y de judicialización de casos criminales y lo hace no al ritmo de lo que la opinión pública quisiera, sino al verdadero y estricto ritmo procesal, asegurando como prioridad que los casos llevados a los tribunales tengan el sustento necesario basado en eficaces medios de prueba.

Dadas las condiciones de hoy, lo terrible para Velásquez sería que recibiera el apoyo de los grupos que han sido parte del juego de la corrupción porque eso sería seña de que se ha puesto a su servicio. El que se le ataque de manera tan frontal y directa es la corroboración de la importancia del trabajo que ha realizado y de la contundencia de sus actuaciones.

Falta mucho por hacer, pero el simple hecho de que haya tanto antejuicio es saludable pero, además, se puede ver que hay traslado de conocimientos y experiencias porque también el MP y la Policía han logrado avances en casos como el de la joven ejecutiva asesinada por su novio que quería cobrar un seguro. Pequeños pasos que en un país como el nuestro son realmente enormes saltos.

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