Pareciera como si para los funcionarios implicados en la corrupción los días más tranquilos son los del fin de semana puesto que con todo y las manifestaciones de indignados que se mantienen contra viento y marea, tanto la Comisión Internacional contra la Impunidad y el Ministerio Público respetan el descanso y los dejan respirar tranquilos. Pero desde las primeras horas del lunes empiezan con esa sensación de incertidumbre respecto a los siguientes escándalos en la agenda de los investigadores y naturalmente sienten ese peculiar nudo en el estómago característico del nerviosismo e incertidumbre.

Hace ya mucho tiempo que no pueden pasar una semana tranquila y se preguntan si la que empieza podrá serlo o, cuando menos, que el blanco de las acusaciones que vengan se dirija hacia otras personas. Habiendo tanto sinvergüenza, dirán, ojalá la chibolita le caiga a alguien más para no tener que ir a parar a la infame carceleta que es la antesala de la prisión preventiva.

Se sabe que entre los diputados, por ejemplo, se ha generalizado una actitud de acercamiento con los periodistas que cubren la fuente, y más temprano que tarde surge la pregunta cajonera sobre si saben de “algo nuevo” con respecto a las investigaciones que lleva a cabo la CICIG.

Ni siquiera los funcionarios neoliberales, esos que han criticado al Estado de manera inmisericorde se salvan de la angustia porque están saliendo a luz trinquetes en los que se ve cómo, aunque lo público sea una porquería, le entran a las ventajas que ofrece un sistema corrupto para enriquecerse de manera inmoral cuando tienen la oportunidad de llegar a un puesto de dirección en el gobierno o simplemente cuando encuentran la oportunidad de beneficiarse con las disposiciones que alientan el mercantilismo.

Pero estamos viviendo tiempos de cambio en los que lo más probable es que se cumpla aquella máxima tan chapina de que a todo coche le llega su sábado. Y de verdad que al aflorar tanta porquería se está viendo la dimensión de la crisis ética y moral que nos afecta como sociedad, porque es evidente que el tráfico de influencias y el enriquecimiento ilícito están y han estado a la orden del día.

Tiempo es de que además de la posible sanción legal, que ahora se ve probable, se produzca también la vindicta pública para que el repudio ciudadano a todos aquellos que se han enriquecido mientras empobrecen al pueblo, sientan el castigo y desprecio de una sociedad que se tiene que volver intolerante con los pícaros, para quienes no deseamos que ésta sea una semana tranquila sino llena de sobresaltos.

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