Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Las balas de salva son aquellas que suenan como reales porque tienen fulminante y pólvora, pero no tienen proyectil y justamente eso pareciera ser lo que nos están ofreciendo a los guatemaltecos con los tibios cambios y reformas que se están planteando en estos momentos.

Mientras nosotros tenemos balas de salva, el enemigo encarnado en el sistema, tiene una artillería pesada, tanquetas, armas largas, sistemas de inteligencias, aliados capaces de financiar la causa y legiones de elementos dispuestos a luchar para mantener el estado actual de las cosas.

Creo que la reforma propuesta por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) es un cúmulo de “buenas intenciones” que para efectos prácticos no sirven para un carajo porque a pesar de contener un par de cosas importantes (aunque ni se toca el tema del financiamiento, la madre de todos los males), no aplicarían para este proceso y peor aún, deben ser aprobadas por los más celosos guardianes de un sistema carcomido por esa perfecta mezcla entre impunidad y corrupción: los diputados.

Hoy los políticos luchan a brazo partido, juntos con sus aliados, para llevar en hombros al Presidente hasta el 14 de enero porque estiman que si éste cae, el sistema y los privilegios se ponen en riesgo y con ello la celebración de las elecciones.

Pero los mismos políticos y candidatos punteros deberían ser los más interesados en que aquí surja una transición que nos permita cambiar las reglas del juego, para que quien gane, pueda asegurarse que tendrá cuatro años completos para hacer lo que ahora dicen que harán si ganan las elecciones. En las condiciones actuales, al nuevo gobierno se le puede aplicar el eterno dicho: será como la Semana Santa, puede ser que caiga en marzo o abril.

Hoy tenemos balas de salva cuando el enemigo mostró capacidad de fuego suficiente para orquestar un día que inició con la movilización de su gente para advertir que aquí nada de cambios, lo que allanó el camino para nombrar a un magistrado de la Corte de Constitucionalidad (CC) que hará mancuerna con Molina Barreto y Pérez Aguilera para ser la red de seguridad de los guardianes del sistema corrupto e impune.

Necesitamos tener herramientas reales que nos permitan eliminar los fideicomisos, cambiar la matriz de las compras del Estado centralizando las mismas a través del Sistema Nacional de Compras (SNC). La gente usará el argumento de que la ejecución se puede detener, pero para efectos del pueblo, la ejecución se ha detenido por décadas en los bolsillos del funcionario, el contratista y los terceros que mueven influencias, es decir, la inversión nunca llega a la gente.

Es necesario reformar el sistema político de una manera que nos aseguremos que nuestros mejores hombres tengan acceso a los puestos públicos; debemos renovar el servicio civil y darle caravuelta a la Contraloría General de Cuentas y la Fiscalía Contra la Corrupción para garantizar que en Guatemala quien toque dinero del Estado, enfrente una verdadera rendición de cuentas sin importar si es funcionario o contratista.

Requerimos de cambios profundos en las aduanas; necesitamos garantizar la independencia judicial y para ello requerimos generar mecanismos que garanticen transparencia en la elección de jueces y magistrados, así como abolir a la Corte Celestial (CC). Debemos tratar de minimizar los focos que generan corrupción e impunidad.

En lo anterior, los que de verdad queremos cambios, deberíamos encontrar terreno común para acordar esa agenda mínima que nos permita salir del atolladero. Si no somos capaces ni de alcanzar acuerdo en eso, será muy difícil que el país cambie.

Y todo lo anterior, requiere de cambios en las normas incluyendo la Constitución, pero estos cambios no pueden depender de la actual clase política y sus aliados, porque los resultados están a la vista e, insisto, el político que de verdad quiera un mejor país, debería ser el principal promotor de estos cambios en lugar de apuntalar un sistema que nos ha dejado miseria, marginación, corrupción e impunidad.

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