Eduardo Villatoro

Cuando me entero casi en el instante o posteriormente a los acontecimientos ocurridos en los palenques públicos, se confirma mi criterio que esta groseramente agraviada patria nuestra que nos es ajena porque una insolente casta de oprobiosos políticos y una minoría de empresarios se han apoderado de su destino, no podrá salir de la permanente crisis que nos agobia, agudizada durante las recientes semanas, mientras persista la empecina opinión de compatriotas que conducidos por su buena fe, sostienen que debe respetarse dogmática y férreamente una institucionalidad que la han quebrantado permanentemente sus verdugos desde hace décadas.

Resignadamente continuaremos soportando con amargura y dolorosa paciencia, otros cuatro o más años a los corrompidos políticos que se mofan descaradamente de todos los guatemaltecos, incluso de quienes se inclinan por exquisitas soluciones que no alteren la beatífica quietud de los bribones que nos gobiernan, siempre que no se violente esta mascarada de democracia representativa.

Como la tarde-noche del pasado jueves la sesión del Congreso fue transmitida en vivo por el Canal Antigua -cuya agilidad y profesionalismo informativo y analítico valoro, al igual que a Guatevisión-, pude observar la forma tan procaz como se condujeron los diputados de la prostituida alianza del Partido Patriota y Lider, al alterar el orden del día bajo la sombría sonrisa de un político que sólo en un ambiente tan putrefacto como el que se ha enseñoreado del Congreso puede ser presidido por un sujeto que no se distingue, precisamente, por sus brillantes credenciales académicas, a fin de designar -que no elegir- al sustituto del nefasto Maldonado Aguirre en la Corte de Constitucionalidad.

Fue tan burda la maniobra que únicamente retrasados mentales (con mis disculpas a estas personas) como los que han pactado el despojo del país, son capaces de considerar que ni siquiera el señor Pérez advirtió que fue una maniobra tan rústica, al extremo de que ¡oh casualidad de los predestinados! el ilustrado jurista Manuel Reynaldo Duarte se encontraba en las cercanías del Parlamento para ser ubicado de inmediato, a fin de ser juramentado.

¡Se mantuvo la institucionalidad!, para prestigio de una caricatura de democracia, sin quebrantar el orden establecido.
Llevamos tras nuestras espaldas numerosos lustros de arrastrar un modelo político que es un esperpento y una sangrienta herida para el pudor de los guatemaltecos que no merecemos tan ingrato y opresivo destino; pero que los dioses no permitan que se cambie una coma del texto constitucional, porque es preferible vivir bajo la sombra del engaño, el fraude y la sucia conducta de la clase política que nos subyuga a recuperar nuestra dignidad abandonada en los hediondos retretes de los diputados.

(Un diputado le espeta al voceador Romualdo Tishudo: -Ustedes trabajan por necesidad; los políticos luchamos por nuestro honor. Mi amigo repone: -Cada quien lucha por lo que no tiene).

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