Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

La crisis en Europa, tras el resultado de la votación en Grecia que rechazó en forma rotunda las condiciones de ajuste económico que los acreedores del país plantearon como única salida a la crisis, no sólo pone a prueba a la zona Euro, sino que deja en evidencia que de todos modos hay que pagar los platos rotos y en materia económica eso significa que de cualquier manera, con o sin acuerdo con los acreedores, los griegos tendrán días difíciles como consecuencia de las erróneas medidas económicas que se tomaron llevando al país a un nivel de endeudamiento que ahora no pueden solventar.

El gobierno griego convocó al referéndum con la intención de mejorar su posición negociadora frente a los acreedores, pero los países de la zona Euro temen que si ahora ceden ante una presión frontal como la que les plantea Grecia, perderán el control que han logrado mantener para atajar crisis mayores. Italia, Portugal y España son ejemplo de cómo se obligó a países a apretar el cinturón para mantenerse con el Euro como moneda, pero el caso griego plantea una apuesta que algunos líderes europeos ven como el principio del fin si ahora se cede.

Para el caso de Guatemala lo que me interesa señalar es que las medidas de irresponsabilidad fiscal que se han tomado en los últimos años nos están poniendo en ruta de caer en una situación de insolvencia para hacerle frente a nuestras obligaciones. Hoy en día los ingresos fiscales han caído a niveles récord y hay estimaciones de que para fin de año el gobierno no tendrá para cumplir ni siquiera con la obligación salarial. Pero el problema no está únicamente en la baja de ingresos, sino en el tema del gasto, sobre todo porque en varios gobiernos se ha mantenido sucesivamente la política de aceptar pactos colectivos con condiciones que son absolutamente irreales y, por ello, insostenibles. No hay forma de que sin aumento de ingresos por la vía de los impuestos se pueda indexar el salario de los trabajadores del Estado un diez por ciento anual, además de otras prestaciones que elevan considerablemente esa cifra, sin que se llegue a situaciones de insolvencia. Y cuando se tengan que tomar las medidas para corregir el desajuste provocado por funcionarios venales que suscribieron irresponsablemente tales pactos, vendrá literalmente el llano y el crujir de dientes. Por supuesto que eso importa un pepino a tales individuos que ni siquiera tienen un lugar en la historia y menos a los dirigentes que negociaron los pactos y se embolsaron buena cantidad porque compartieron los honorarios con los abogados que les asesoraron.

Pero hay que advertir que no es cierto que vengan tiempos mejores, porque en la medida en que el país siga incrementando su gasto improductivo, endeudándose para pagar sueldos, estamos empeorando fiscalmente y llegando a condiciones que harán que nuestros acreedores presionen por la vía del Fondo Monetario Internacional, para que se reduzcan beneficios y se aumenten los ingresos. Y no hay que ser adivino para entender que el primer beneficio a recortar será el derivado de esos irresponsables pactos que son pan de hoy y hambre de mañana.

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