Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Ayer cayeron los primeros empresarios sindicados de ser usuarios de “La Línea”, es decir, de la estructura mafiosa que operaba el contrabando de mercaderías en las aduanas generando millonarias ganancias para el grupo que, oficialmente, dirigía el secretario privado de la vicepresidenta Baldetti. De acuerdo a los primeros trascendidos, se trata de comerciantes que podríamos considerar, a lo sumo, como modestos con sus negocios situados a inmediaciones de la 17 calle de la zona 1, un poco al poniente de donde antaño existía una especie de extensión de la vieja Línea.

Para que el negocio de importar vasos de cristal o tazas de porcelana dejara utilidades tan millonarias a Monzón y compañía debe no sólo haber sido un enorme número de furgones que pasaban de largo sin tributar en las aduanas, sino que además hay que averiguar por qué un país como Guatemala tiene tanta demanda de ese tipo de vasijas. Porque si en cuestión de días los miembros de la banda movían millones de quetzales producto de la mordida que pagaban los importadores y todo venía de los comerciantes ubicados en los negocios a inmediaciones del Cementerio General, menuda utilidad deben tener los dueños que, callada la boca, habrían de ser ya de los más poderosos empresarios de nuestro país.

Cuando uno mira la lista de los detenidos ayer como usuarios de “La Línea” piensa que, como fue siempre, “La Línea” era para los más pelados que acudían a saciarse con las pobres prostitutas que a la vera de la vía férrea mantenían su negocio personal para comerciar con el amor. “La Línea” no era para quienes teniendo recursos y posición, encuentran en los más reservados burdeles el tipo de atención que sólo se puede comprar con una abultada billetera.

Aparentemente “La Línea” de Baldetti y Monzón no llegó a ser de la categoría de los negocios más importantes en el país. A lo mejor, diría uno ateniéndose a las pruebas, el contrabando es un delito que cometen los chorreados, los comerciantes de garaje, pero no quienes tendiendo una selecta clientela mueven cuentas verdaderamente millonarias.

Y se pregunta uno si habrá valido la pena, para la señora Baldetti, encomendar a su Secretario Privado Monzón y a su fiel testaferro
González montar tan comprometedora estructura simplemente para surtir a los señores que importan vasos y tazas de la China para venderlos en sus comercios ubicados en ese sector comercial que se extiende desde la Avenida del Cementerio hasta la cuarta avenida y de la diecinueve a la diecisiete de la zona uno.

No quiero decir, por supuesto, que los capturados ayer no merezcan ser sometidos a un proceso penal y al castigo correspondiente por la actividad delictiva. Lo único que digo es que al final resulta que “La Línea” era, otra vez, un negocio medio “guashquero” para aquellos que no disponen de los medios para ir a un burdel.

Cosas que siguen pasando en esta nuestra Guatemala donde tenemos una justicia que no deja de ser realmente selectiva.

Artículo anteriorFiniquitos van y finiquitos vienen…
Artículo siguienteUnas cuantas curitas