Jorge Raymundo

Hasta antes del 16 de abril del presente año, el señor Otto Pérez Molina decía que no recibía presiones externas, no aceptaba la injerencia de países extranjeros para tomar decisiones respecto, especialmente la permanencia de la CICIG en Guatemala. De esa fecha para acá, hemos sido testigos de la erosión de esa envalentonada del entonces presidente, hasta llegar al colmo de ceder el podio al embajador de los Estados Unidos para dictar medidas que se tomarán para detectar los posibles embusteros que aún permanecen en la SAT.

Aunque muchos considerábamos que esa envalentonada era solo eso, porque en realidad, finalmente los poderes fácticos, como la casa blanca de la zona 10, los empresarios organizados en el CACIF y el Ejército eran los que terminan imponiendo sus voluntades a los presidentes de turno, el colmo es ver y oír al Embajador del país del norte dictar desde el Palacio Nacional, lo que ha de hacerse en materia de control fiscal. Es lamentable realmente al punto en que ha caído el señor Pérez Molina, únicamente para dejarle que termine su mandato hasta el 14 de enero del 2016, importándole un comino la llamada soberanía de todo un pueblo que está pidiéndole que renuncie y que la presidencia aunque sea de mentiritas, ya no le corresponde. Esa soberanía es la que se supone tenemos los ciudadanos para nombrar o quitar a los gobernantes que en mala hora y de forma equivocada se hicieron del poder y no cumplieron no solo sus promesas de campaña sino aquello que prometieron cumplir en su juramento cuando fueron investidos de la autoridad.

Embajador Robinson, usted no tiene la culpa de jugar ese papel. Usted está haciendo su trabajo que le dictan desde Washington. Son los gobernantes títeres que tenemos los que permiten que su trabajo llegue al extremo que usted ha llegado ahora. Es el ego de un presidente que no quiere dejar el cargo antes de la fecha que supuestamente termina su período, el que se pone de alfombra para que su trabajo de cuidar el patio trasero se haga como lo hizo. Para el pueblo de Guatemala, ese mandato, ese cargo, terminó cuando mintió, cuando encubrió, cuando incumplió la promesa de cumplir y hacer cumplir nuestra Constitución Política.

Embajador Robinson, tenemos fresca en nuestra memoria histórica la intervención de su gobierno para derrocar el único gobierno digno que hemos tenido en 1954, en aquel entonces para proteger los intereses económicos de su país. Tampoco olvidamos el apoyo en armas, tecnología e inteligencia para que el Ejército guatemalteco cometiera las peores masacres y genocidio en contra del pueblo maya durante el conflicto armado interno, todo para evitar un supuesto avance del comunismo que amenazaría el sistema económico y sistema de gobierno mercantilista de los USA. Y esta última afrenta que nos ha hecho, también quedará registrada en nuestra memoria histórica. Todo por sostener un presidente de mentiritas que para los guatemaltecos dejó de ser hace mucho. Llama poderosamente la atención que personas y organizaciones que han sido muy críticos sobre la injerencia de instituciones y países extranjeros en asuntos internos de Guatemala, hayan dicho poco o nada. Han sido los medios de prensa y periodistas los que han hecho ver esta otra afrenta que hemos recibido los guatemaltecos, como algo que lesiona el mito de la soberanía. No cabe duda que ante el silencio de los vociferantes sobre la no intervención, delata el doble discurso de estos grupos y no reparan que su silencio se hacen cómplices del delito de traición como se podría calificar la actitud del actual Presidente en este último acto.

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