Juan de Dios Rojas

El encabezado dista de una exageración febril, o bien impulsiva en el acto sobremanera. Fácil, tipo meros cuentos de Calleja significa totalmente el caso, en medio de un alborozo propicio. Que constituye dos polos tremendos y demoledores al final, ni una palabra más, ni una menos, consecuencia lógica de la expansión envolvente de nuestra ciudad guatemalteca visible.

Cronos y su medida al compás del tic tac, gigantesco reloj cotidiano lo lleva a cabo, resultante de sumatoria impelente, junto a gigantesca espina lacerante, día a día, sin falta total. Esgrimido en múltiples ocasiones discordantes, cuenta con seguidores y también inconformes, tras empeño manifiesto, sea como sea, en aras del libre albedrío rodante a más y mejor.

Viene a representar dicha problemática innegable, venga de donde venga, la mancha sobre el espacio citadino y envolvente que propugnan dizque las autoridades edilicias por el ornato, limpieza y auténtico urbanismo, generador inclusive del desorden, saltones de trancas a su paso veloz, en búsqueda de recuperar entre tanto enredo el otrora calificativo de la Tacita de Plata.

La totalidad de postes, originalmente destinados para el tendido eléctrico, con aires volanderos y acaso similar al temible huracán, originador mediante el fenómeno natural de fortaleza terrible. Sin embargo, nuevas costumbres y modalidades paulatinamente primero y al término de las distancias, los mismos los utilizan las corporaciones diversas del servicio de cable.

También, aparte de nuevas costumbres y hábitos generadores de la televisión ultramoderna, en condición de un ágil medio de comunicación, utilizado por telenoticieros de los cuales pende la atención colectiva, al compás diríamos del torrente de sucesos ocurridos a nivel nacional, departamental y del exterior al instante, a la velocidad de la luz, es sabido por todos.

Las empresas oferentes de la televisión por cable, llevan a cabo los respectivos trabajos a cargo de personal especializado en la materia. De esa suerte, sin suerte, los postes aludidos también desempeñan mediante tal instalación por cable, verdaderas telas de araña. Todo en aras de la libertad del trabajo honesto, cuyos empleados proceden a instalar más y más alambres.

Un simple vistazo por cualquier zona citadina, en colonias alejadas del centro; inclusive en asentamientos que poseen su tele y por consiguiente, de alguna manera las instalaciones de rigor andan en la búsqueda indispensable de los famosos postes que al cabo del tiempo se suman al calificativo de parecidas telas de araña, casi nudos ciegos alambres sobre alambres.

Las llamadas zonas residenciales, debido a la inseguridad imperante, suman tal vez en menos cantidad del ya directamente problema urbanístico de postes cubiertos de alambres. Situación que menoscaba la imagen capitalina, aleja quién sabe por cuánto tiempo más las instalaciones subterráneas, que en urbes a la cabeza del urbanismo, tienen instalaciones subterráneas.

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