Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Cuando hablamos de corrupción lo primero que nos viene a la mente es la figura de algún funcionario público, porque asociamos ese vicio al ejercicio del poder sin darnos cuenta que el problema no está únicamente en el sector público sino que se ha convertido en una forma de ser, en un comportamiento habitual de muchísima gente que asume que el fin justifica los medios y que como el éxito se mide en amasar fortuna, poco importa cómo se logre el objetivo.

Para empezar hay que decir que son pocos los casos de enriquecimiento ilícito en los que el funcionario se apropia del dinero público sin la complicidad de algún proveedor o contratista del Estado o de un particular que ofrece, da o acepta dar mordida para que le camine alguna gestión. La corrupción es, generalmente, un crimen de dos vías que requiere de la participación de alguien con poder y alguien con necesidad de beneficiarse de ese poder para sacar ventaja y aumentar sus ganancias.

Pero revisando el actuar de algunos gremios vemos que aún entre particulares hay acciones contra la ética que se toman como la cosa más normal del mundo. Y, como debe ser, empiezo con mi gremio, el de periodistas, en el que la fafa sigue siendo una práctica “generalmente aceptada”, no sólo de reporteros que reciben coima por publicar o dejar de publicar algo, sino también por empresarios que se prestan a publicar o dejar de publicar hechos a cambio de muy fuertes sumas de dinero.

Entre los abogados hay muchos que se vuelven personajes traficando influencias con la compra de los operadores de justicia y otros que, más descarados, se convierten en ladrones de propiedades falsificando compraventas. A ellos hay que sumar lo que dicen dedicarse a las adopciones, pero en realidad son traficantes de niños que sin empacho ni rubor venden por miles de dólares a pequeños inocentes.

Año con año, cada invierno, vemos cómo las obras realizadas por algunos ingenieros se derrumban a la primera llovizna porque fueron hechas con materiales de mala calidad o simplemente para justificar un trinquete. Constructores que engañan a sus clientes edificando obras de pésima calidad por el uso de materiales deleznables.

Maestros que no asisten a las escuelas para formar a sus alumnos, pero que cobran puntualmente mientras se dedican a otros menesteres más lucrativos, al igual que comerciantes que alteran balanzas para engañar al cliente o adulteran productos para elevar sus ganancias.

Un vicio muy generalizado que es de las peores corrupciones es el de los médicos que reciben comisiones por los exámenes de laboratorio o sofisticados y carísimos procedimientos radiológicos o de scan que mandan a sus pacientes. No se crea que son los médicos de barrio, sino los de los más “prestigiosos” hospitales quienes además de cobrar sus consultas a elevadas tarifas, mes a mes reciben miles en cheques que les mandan los mercaderes que han fomentado ese vicio que encarece tanto la salud y al que las aseguradoras ya le están poniendo ojo por el impacto que tiene en sus costos.

Hasta cuando nos colamos en una fila o nos pasamos un semáforo en rojo les estamos enseñando a nuestros hijos que la ética y la ley son para los pendejos. El mundo de los vivos es el mundo del dinero fácil y la corrupción.

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