Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
Como la acción y efecto de revolver o revolverse; como el cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación; como inquietud, alboroto o sedición y como el cambio rápido y profundo en cualquier cosa (las negrillas son mías).
En Guatemala ayer estuvimos de asueto para conmemorar el 70 aniversario de la Revolución del 20 de Octubre por medio de la cual se puso fin a la dictadura de Jorge Ubico y su sucesor Federico Ponce Vaides.
De las cuatro acepciones identificadas con anterioridad, yo me quedaría con la última citada: “cambio rápido y profundo de cualquier cosa” porque en Guatemala, sin importar si somos de derecha o izquierda, políticos en el poder o en la oposición, ladino o indígena, rico o pobre, no podemos negar que somos parte de un sistema fallido que nos tiene en las ruinas.
Los tres poderes del Estado funcionan de manera casi perfecta, pero no para satisfacer el interés de la mayoría de ciudadanos, sino de las personas que terminan eligiendo a las autoridades y con eso me refiero a los financistas de campaña, a los traficantes de influencias, a quienes pagan mordidas y a los usuarios del sistema paralelo de justicia, que necesitan de los políticos para nombrar a sus magistrados.
Necesitamos un cambio rápido y profundo porque no podemos seguir siendo un país estacando en educación y que no le damos a nuestros niños calidad y acceso a la tecnología, la herramienta del siglo 21.
Necesitamos un cambio que nos permita que nuestros niños puedan romper el círculo generacional de la pobreza y puedan tener una alimentación que haga que no se mueran, literalmente, de hambre.
Necesitamos un cambio que haga que la gente no sea nuestro principal producto de exportación y que sus remesas sean las que mantienen respirando artificialmente nuestra economía.
Necesitamos un cambio profundo que haga a nuestro sistema político independiente al financiamiento privado y deje de funcionar a base de la destrucción que se hace de los rivales sin tener necesidad siquiera, de discutir ante un electorado indiferente y hasta cómplice en ocasiones, de cómo nos gobernarán para enderezar el rumbo.
Nos urge un cambio importante porque no puede ser que tal y como está funcionando hoy la cosa, nuestros jueces de Primera Instancia y Paz, para ser electos, tengan que cumplir con más requisitos que nuestros magistrados. Es por ello que urge que la Corte de Constitucionalidad ordene que sea el Consejo de la Carrera Judicial quien deba convocar a los interesados en ser magistrados para que los podamos conocer con más tiempo y verificar su idoneidad, honradez y capacidad.
Nos urge un cambio rápido y profundo porque no puede ser que existiendo tanto pícaro y sinvergüenza que desde el ámbito público y privado hacen micos y pericos con el dinero del presupuesto, traficando influencias y moviéndose en base a las mordidas, el Ministerio Público y la Contraloría de Cuentas no muevan un dedo contra los capos de la corrupción.
Nos urge un cambio profundo que nos permita volver a escandalizarnos con la muerte de nuestra gente. Nos urgen cambios rápidos y profundos en casi todas las facetas de nuestra nación.
Tenemos pocos, pero algunos signos esperanzadores y sobre los mismos debemos construir. Por ello la importancia de su voz, de sus ganas que Guatemala cambie y del deseo de predicar con el ejemplo.
No necesitamos que se derrame más sangre, ya es suficiente con lo que nos pasa todos los días y con la que se ha derramado a lo largo de la historia, pero sí necesitamos reaccionar para enderezar el rumbo y lograr cambios rápidos y profundos que nos permitan ser la Guatemala que muchos queremos y necesitamos.