Miguel Saquimux Contreras
miguelsaquimux@gmail.com

Llama la atención, que el día de ayer se celebró con mucha nostalgia la conmemoración de los 70 años de la Revolución de Octubre, hecho que denota la ausencia de ejemplares administraciones públicas, por lo menos en el último siglo de historia guatemalteca. Sin la intención de demeritar las conquistas sociales, laborales, y todo lo que pudo impulsarse en la denominada “década de primavera”, llama la atención de que después de ese trascendental hecho no se han logrado mayores avances en lo que a administración pública respecta, es por lo mismo que no conseguimos establecer otras fechas memorables para la historia del país.

No se necesita ser un investigador especializado, para identificar un hecho notorio, como lo es el que cada vez se desgasta con mayor rapidez las gestiones de los gobiernos, tanto nacionales como regionales o municipales. Los liderazgos con el pasar del tiempo se deterioran de una manera exponencial, producto de los resultados de la administración pública, es evidente como la población, padece de un desencanto constante y no se encuentra el rumbo del cómo revertir esta situación, es así como transcurre la historia de los funcionarios públicos del país.

Si se desea incluir el tema de la administración de justicia, como parte de la administración pública en general, también hemos vivido desencantos en los últimos meses, máxime cuando existen tantos señalamientos entre los aspirantes a ocupar puestos claves en ese organismo del Estado. Más allá de si es legal o no lo que se hizo en el último proceso, lo que se pone en duda es la legitimidad con la que se efectuaron algunas acciones; entonces, todo lo anterior sólo genera desconfianza en la mayoría de los usuarios de la justicia en Guatemala, ocasionando de esta manera un socavamiento en la credibilidad de la administración de justicia a los más altos niveles.

Así podríamos pasar advirtiendo de lo que sucede en cada una de las instituciones del Estado, incluso, revisando lo que acontece en las de carácter autónomo, y seguramente llegaríamos a la misma conclusión, de que la administración pública ha sufrido de un serio desgaste. Este desgaste es multicausal, eso ni dudarlo, pero más allá de ideologías o incluso de la imposición de penas para revertir esto, creo que lo que más contribuye a este desgaste es la corrupción a todo nivel, misma que es producto de la crisis de valores, de la cual es objeto la mayoría de servidores públicos del país.

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