Javier Estrada Tobar
jestrada@lahora.com.gt

Desde los indiferentes hasta los políticamente activos, pasando por los oportunistas y los responsables tendrán que lidiar con una campaña, que si se contextualiza históricamente, será agresiva, violenta y descalificadora.

Creo que al margen de nuestras inquietudes políticas, deberíamos tener la capacidad, como sociedad, de exigir una campaña de altura, respetuosa de la Ley y de la inteligencia de la ciudadanía.

Eso no solo significaría desviar la campaña hacia un importante debate de ideas y políticas, sino también asegurarnos que no correrá sangre en los distritos más conflictivos del país, como ya es costumbre de procesos políticos anteriores.

Sería impresentable una nueva campaña en la que un candidato ordene la muerte de sus contrincantes, en la que se siembre división social con violencia para sacar partido al momento de las votaciones, o se descalifique las propuestas de los demás para causar daño.

Creo que los guatemaltecos debemos buscar nuestro propio modelo de democracia y dar forma a un sistema político adecuado a nuestras necesidades, y sin necesidad de copiar, podemos volver a ver otros sistemas efectivos para tomar sus buenas ideas.

Creo que la campaña política que se desarrolla en Uruguay actualmente puede ser un ejemplo de lo que para Guatemala sería un sano encuentro de ideas, aunque con propuestas diferentes y variadas.

Es interesante cómo Lacalle Pou, el dirigente del opositor Partido Nacional, pudo desarrollar una campaña política para desafiar al poder del partido oficialista sin la necesidad de recurrir a agresiones y descalificaciones hacia sus contrincantes.

Incluso, un spot del candidato apunta a continuar con lo bueno, que en diferido, significa aceptar que el gobierno de José Mujica tiene programas y proyectos positivos para los uruguayos que deben seguir o que deben mejorarse.

Al final, me parece que el debate Lacalle y Tabaré Vásquez –su contrincante oficialista– es el reflejo de una sociedad exigente de sus políticos y acostumbrada a dialogar, y que no se conforma con jingles, que no se cree de los planes de campaña mediocres y que rechaza la violencia como herramienta política.

Volviendo a la situación de Guatemala, creo que los ciudadanos debemos definir la campaña que queremos y establecer los parámetros que queremos del sistema electoral y de partidos políticos.

El punto de partida es una sociedad consciente, educada e informada, capaz de ser exigente con los políticos, que renuncia al modelo tradicional de campaña que se desarrolla en nuestra incipiente democracia.

Creo que los formadores de opinión, educadores, personajes influyentes y en general, los ciudadanos conscientes, tenemos la responsabilidad de dar el primer paso de cara a un cambio de paradigma en la política.

No podemos conformarnos con lo que tenemos, porque hasta ahora se demostró que no es funcional para la mayoría de guatemaltecos.

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