Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Es una historia que se repite a lo largo del tiempo porque los imperios son por naturaleza y definición hegemónicos y utilizan todo su poder para alcanzar sus metas sin reparar en costos colaterales, entre los que están no sólo la dignidad de otros pueblos, sino la vida de miles de víctimas inocentes. El caso de los separatistas ucranianos y su apoyo por los rusos se parece en mucho al caso del apoyo que Estados Unidos brindó durante décadas a los llamados Contras, en Nicaragua, que estaban combatiendo al gobierno local. Era parte del llamado conflicto Este-Oeste que durante muchos años marcó las relaciones de las dos grandes potencias y aunque ahora las tensiones ideológicas han disminuido, la ausencia de un estado de derecho internacional sigue siendo patética.

Lo vemos a lo largo y ancho del mundo, porque las potencias siguen imponiendo su ley e ignorando los acuerdos y tratados internacionales que obligan al respeto de la soberanía de los Estados. La ley vigente es la ley del más fuerte y eso es lo que al final de cuentas se impone y así lo vemos con los rusos en su región y con Estados Unidos en los países árabes y aún en varias naciones latinoamericanos en donde los opositores a los regímenes de turno reciben amplio patrocinio de Washington para que puedan desarrollar sus acciones subversivas.

Cierto es que no hace falta ser una de las dos grandes potencias para sojuzgar a otros pueblos, como lo vemos en el Cercano Oriente con la actitud de Israel hacia la población palestina originaria que ha sido no sólo desplazada, sino refundida en ghettos adonde las tropas judías llegan con total impunidad.

El problema se reduce a la ausencia de un verdadero orden legal internacional porque Naciones Unidas no juega el papel que le corresponde como garante de la paz y de la vigencia y respeto de los derechos humanos. El Consejo de Seguridad pierde eficiencia cuando se trata de temas en verdad cruciales por el veto que las potencias pueden ejercitar para impedir la vigencia de una resolución. Sea porque les afecte de manera directa o porque afecte a sus aliados incondicionales, las potencias se oponen a que se establezcan sanciones efectivas cuando están ocurriendo muertes como es el caso ahora de Ucrania con el movimiento separatista y de Gaza con la represión israelita.

Seguimos siendo un mundo en el que el más fuerte hace lo que le viene en gana y pisotea acuerdos, leyes y normas del derecho internacional que fueron diseñados precisamente para impulsar la paz y prevenir los abusos que terminan perjudicando a personas inocentes. Lo que vemos en nuestra sociedad con la impunidad y el abuso, prevalece también a nivel mundial en las relaciones entre pueblos pequeños y las grandes potencias.

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