Héctor Luna Troccoli
Y estoy de acuerdo en exigir cosas que sean razonables dentro del sentido común, pero pedir, por ejemplo, que el Ejército sea desarmado, que a los terratenientes se les quiten las tierras para devolvérselas a quienes dicen ser sus propietarios o cosas por el estilo, están fuera de toda lógica humana, fuera de que quienes dirigen y pistean estas “minimovilizaciones” son poderes oscuros escondidos en algún lugar de la inmensa cloaca nacional.
Pero independientemente de que un grupo de fascinerosos no circulen buses urbanos y extraurbanos y atraviesen esos armatostes en carreteras y calles para que nadie pase, no solo, como se puede demostrar fácilmente, no dan los resultados requeridos, sino que sirven para dañar a ricos y pobres, pero especialmente a estos últimos que no pueden llegar a su trabajo honesto, ni regresar a su casa como si ellos tuviesen la culpa de que exista pobreza, desigualdad y pseudodirigentes que con 100 gentes y 50 buses paralizan un país gobernado por manos aguadas y huevos tibios.
Es a esa gente de escasos recursos obreros que apenas rascan el salario mínimo a los que defiendo, porque indigna que ni la fuerza policial actúe para garantizar la libre locomoción y que las pseudomanifestaciones no sean pacíficas y sin transgredir los derechos de la mayoría, como el elemental derecho al trabajo.
Y lo que sí intuyo es que detrás del 90% de estos “paros” hay mano de mono escondida, ya que la única movilización que cuenta con gente que acude al llamado, es la del magisterio, pero eso se controla fácilmente llegándole al precio a Joviel Acevedo.
Estoy seguro que los que provocan estos paros saben con certeza que a los que de verdad joden es al obrero o campesino y que el resultado será una mesa de diálogo, una hoja de ruta, una conversación o una reunión eterna que al final será olvidada.
Si estos paros tuvieran respaldo popular y resolvieran conflictos los apoyaría, pero como decimos los abogados estos son solo “animus chingandi”, ante un gobierno inepto.