Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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Apenas faltan 80 días para el 14 de enero de 2024, fecha en la que el doctor deberá entregar el poder, por mandato constitucional y popular. Sin embargo, se perfilan como los días más aciagos de nuestra historia republicana, pues el doctor, como fiera herida, se aferra al régimen de impunidad, ilegalidades y corruptelas que le ha permitido amasar una fortuna inconmensurable y un poder casi ilimitado, gracias a las prácticas más perversas inimaginables.

En su desesperación frente a la oposición ciudadana e internacional, se ha perdido en un laberinto de fraudes de ley, abusos de poder, mentiras obscenas, represión y mil maniobras más, sin lograr sus objetivos: consumar un Golpe de Estado Técnico y garantizarse total impunidad. Está sumido en un pantano de podredumbre en el que, mientras más se agita, más se hunde.

Me refiero a él como el doctor pues, aunque legalmente preserva su investidura, ha perdido toda legitimidad, ya no representa la unidad nacional e, inmerso en una venal maraña política y social, ve derrumbarse sus legiones de corruptos, cuya lealtad mercenaria fue comprada a base de amaños y amenazas. Además de estar perdido en su laberinto de excrecencias, se está quedando solo, desprestigiado y repudiado; en términos políticos, ha entrado en una condición de muerte clínica.

Pero que nadie se engañe, si bien el doctor está históricamente derrotado, aún es mucho, muchísimo, el daño que puede causar, en un país donde el ejercicio del poder nunca respetó la institucionalidad democrática, ni la vida, ni la honra, ni los bienes de los ciudadanos. Nuestro deber patriótico es hacer todo lo posible para minimizar el daño, y obligarlo a entregar el poder espurio en el que se resguarda. Después, con un gobierno legítimo, vendrá la fase de limpieza y reconstrucción institucional, para alcanzar la verdad, la justicia, la reparación transformadora y las garantías de no repetición.

En las últimas semanas, han ocurrido una serie de eventos que abonan mis apreciaciones. En primer lugar, una vez más, como en 2015, el pacto de corruptos subestimó al Pueblo de Guatemala, y creyó que la ciudadanía no respondería ante el golpe de Estado en curso, pero cientos de miles de guatemaltecos, hombres y mujeres de bien, encabezados por las Autoridades Ancestrales Indígenas (AAI), salieron a las plazas, calles y carreteras, protagonizando un alzamiento popular, con el respaldo de iglesias, universidades, comerciantes, gremios de transportistas y otros sectores sociales.

Se trata de un espontáneo y creciente movimiento social, que ha ido de la periferia a la capital, en el cual los partidos de izquierda y los viejos liderazgos sociales han sido totalmente superados y, para sorpresa de una sociedad racista, el único liderazgo reconocido es el de las autoridades ancestrales indígenas, encabezadas por los 48 Cantones de Totonicapán, que convocaron a la ciudadanía, y han comenzado a construir un nuevo imaginario político, en el que es el Pueblo multinacional, el que emplaza y manda, demandando cese de la corrupción y respeto a la democracia.

En segundo lugar, el doctor destituyó al anterior Ministro de Gobernación por no reprimir el alzamiento popular y nombró, como sustituto, al ex general Byron Bor Illescas, quien en sus primeras acciones no accedió a cometer actos de violencia en contra de los manifestantes que se encontraban en las afueras de la sede central del Ministerio Público (MP), ubicada en el barrio Gerona. La vía para permitir el ingreso de personas a las instalaciones fue el diálogo entre representantes de esa cartera, la Policía Nacional Civil (PNC) y autoridades indígenas que lideran las protestas.

En tercer lugar, el pasado sábado, todas las Cámaras Empresariales (salvo la del Agro) volvieron a asegurar estar a favor de la «defensa incondicional» del «Estado de Derecho» y «la democracia», por lo que consideraron que «cualquier acto» que atente contra esos principios afecta «el bienestar y progreso» de Guatemala. «Exigimos a los organismos Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y a todas las instituciones que conforman el tejido institucional del Estado de Guatemala, a respetar y hacer cumplir la ley». Esto, en un momento en el que las altas Cortes y el Ministerio Público, mediante fraudes de ley, arremeten contra los resultados de los comicios, y contra la institucionalidad electoral.

En cuarto lugar, el impulso del Golpe de Estado Técnico convirtió al doctor en un actor político impresentable. Por eso no se atrevió a asistir al Encuentro sobre Migración de Palenque: «Por una Vecindad Fraterna y con Bienestar», celebrado el pasado 22 de octubre, y se hizo representar por su canciller. Esto, a pesar que el tema migratorio es uno de los asuntos más relevantes para Guatemala, en materia económica, social y de seguridad.

En el Encuentro de Palenque, se tomaron trece acuerdos con objeto de construir soluciones integrales ante el aumento de los flujos migratorios irregulares que experimentan los países del continente. Guatemala no se hizo representar por su presidente, ni presentó propuesta alguna pues, perdido en su laberinto, entre las prioridades del doctor no figura la geoestrategia social y humana. 

En quinto lugar, otra notable incomparecencia del doctor fue durante la visita a Guatemala, que recién realizó el subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de Estados Unidos, Brian A. Nichols, quien se tuvo que conformar con una insulsa reunión con el Canciller Búcaro, mientras el galeno busca salir airoso de su laberinto. 

En contrapartida, Nichols se reunió ayer con el binomio presidencial electo de Guatemala, integrado por Bernardo Arévalo y Karin Herrera. Entre los temas abordados se cuentan: proceso de transición democrático, diálogo como solución a la crisis política en el país, gestión migratoria, proceso político, desarrollo y economía, cambio climático, inversión en Guatemala, seguridad y Estado de Derecho. Además, el Subsecretario mantuvo contactos con líderes de comunidades indígenas, representantes del sector privado y defensores de los derechos humanos para hablar de la importancia de sus opiniones en el proceso político. 

En sexto lugar, inhibidos por la presencia de Nichols, el pleno de magistrados de la Corte Suprema de Justicia no entró a conocer las solicitudes de retiro de antejuicio en contra de los magistrados del Tribunal Supremo Electoral que presentó el Ministerio Público, durante una reunión extraordinaria que sostuvo el pasado lunes 23 de octubre. 

Deambulando por su laberinto, el doctor se encontró con una serpiente venenosa, se asustó y recordó la frase de una novela de la nicaragüense Gioconda Belli: “Vi la muerte y no me gustó. ¿Qué sentiré si me muero? -No sentirás nada. Ese es el problema precisamente. Nunca sentirás nada. La muerte es de una simplicidad terrible- sonrió la serpiente.” 

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