Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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Anoche finalizó, en Bruselas, la Cumbre entre la Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), un evento plagado de contradicciones, en el que se enfrentaron dos visiones contrarias, casi irreconciliables, del mundo y la geopolítica. La reunión bi-regional, al más alto nivel, después de ocho años de distanciamiento entraña un avance, pero queda la imagen de un encuentro empañado por la imposición de la UE de su postura ante la guerra en Ucrania, y la firme negativa de Nicaragua de condenar a Rusia por la invasión al país europeo.

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) es un mecanismo intergubernamental de ámbito regional, que promueve la integración y desarrollo de los 33 países latinoamericanos y caribeños que la integran.

Los 27 países europeos y los 33 de América Latina y el Caribe hablaron, negociaron y discutieron en pie de igualdad, apostando por los lazos económicos y comerciales, por mejorar las relaciones diplomáticas, por fijar algún tipo de estructura permanente para que las citas se hagan ahora con mucha más frecuencia. Incluso abordaron rencores pasados, desde el colonialismo a la esclavitud. Pero la negativa de Nicaragua, el único país de la región que se negó a votar una resolución sobre la guerra, complicó la última jornada.

Durante varias semanas se discutió, se enmendó y se atemperó el borrador de la declaración final, porque la Celac dejó claro que no avalaría el lenguaje de condena a Rusia propuesto por los diplomáticos europeos. No fue sólo Nicaragua, sino Venezuela, Cuba, Brasil, Honduras y Bolivia. Todos tenían objeciones y reservas. Se matizó, se rebajó un poco, pero los 27 países europeos marcaron un límite. Para ellos la referencia a Ucrania les parecía una línea roja infranqueable y se plantaron: o bien había una declaración sólo firmada por los dos presidentes, Charles Michel por la UE y el primer ministro de San Vicente y las Granadinas por la Celac, o lo suscribían todos menos uno, como finalmente sucedió; al final de las 10 páginas y 41 puntos se lee: «Esta Declaración fue respaldada por todos los países con una excepción debido a su desacuerdo con un párrafo».

Para la UE la culpa de la guerra en Ucrania es de Rusia. Sostiene que se trata de una agresión ilegal, brutal e injustificada. Que la única respuesta posible es ayudar a Kiev con todo lo que necesita, durante el tiempo que sea necesario, mientras se aísla a Moscú en todos los foros internacionales. Afirman que la culpa de los problemas de escasez de cereales es exclusivamente de Vladimir Putin, y que la condena debe mantenerse en todas y cada una de las oportunidades.

En un evento paralelo, se celebró la Cumbre de los Pueblos, en cuya clausura el presidente de Colombia, Gustavo Petro, sostuvo que «La UE se ha centrado básicamente en un tema que era su interés fundamental, que es ajeno para nosotros: la guerra de Ucrania; de alguna manera (querían) mostrar la construcción de un bloque en el mundo, América Latina y Unión Europea alrededor de (Vladímir) Zelenski y del apoyo a una estrategia política, económica y militar, obviamente. Esa era su prioridad».

Con el propósito de explicar las razones de esta posición del bloque europeo, el mandatario colombiano consideró que «al interior de la UE, indudablemente, hay una derechización que no es artificial», pues viene aparejada con «la derechización de sus propias sociedades, que tienen mucho que perder en el mundo contemporáneo de hoy».

«Al contrario de lo que se decía en el siglo XIX, que las revoluciones las hacen quienes no tienen nada que perder, pues hoy la sociedad europea tradicional, tiene muchísimo que perder y tiene miedos. Y los miedos generan las extremas derechas, es el miedo lo que construye […] la extrema derecha, el nazismo, el fascismo, si queremos ponerlo en términos del pasado», refirió. A su parecer, «la entrada de los países ex soviéticos, ex-socialistas a la UE, indudablemente ha marcado más este rumbo» hacia la derecha.

En este contexto, Petro estimó que las izquierdas carecen de «alternativas sociales» dentro del orden internacional que les permitan avanzar en transformaciones sistémicas de gran calado, que permitan superar el capitalismo existente, al margen de este.

«Tenemos alternativas militares, de coyuntura política, pero la alternativa al actual sistema y régimen económico mundial –porque es dominante en todo el mundo–, parte quizá sale del mismo capital, porque el capital ha encontrado un límite», abundó.

Al margen de las contradicciones políticas, las dos regiones se han comprometido a estrechar lazos, firmaron algunos convenios y acuerdos bilaterales y se han prometido 45,000 millones de euros en futuras inversiones.

La citada Cumbre bi-regional se llevó a cabo en la fase final de la fracasada contraofensiva ucraniana, cuyo mayor logro fue dañar parcialmente el puente de Crimea. En respuesta, el Kremlin anunció, el lunes pasado, que no extenderá el llamado Acuerdo del Grano, firmado por Rusia con Turquía y la ONU y por el que Moscú se comprometía a permitir la salida de grano ucraniano de tres puertos ucranianos del Mar Negro, entre ellos el de Odesa, el cual fue atacada con seis misiles Kalibr rusos desde el Mar Negro. «Esta noche las Fuerzas Armadas rusas lanzaron un ataque grupal de represalia con armas de alta precisión lanzadas desde el mar contra instalaciones en las que se preparaban, con lanchas no tripuladas, actos terroristas contra Rusia», señaló el Ministerio de Defensa de la Federación Rusa.

Esta escalada bélica, de ambas partes, complicará el flujo de granos ucranianos, lo cual presagia hambruna para varios países del Tercer Mundo. Ante esta realidad, la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, sostuvo que “La guerra de Ucrania debe llegar a su fin; la Unión Europea-CELAC, estamos obligados a encontrar una vía para alcanzar la paz, no podemos vivir con la pesadilla que cualquier día se puede desencadenar el infierno sobre todos nosotros. Se envían trillones de dólares en armamento para la guerra, pero no somos capaces de contribuir al desarrollo integral de la humanidad con los objetivos del desarrollo sostenible, propuesto por la ONU (2030)”.

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, criticó la posición de la UE respecto al conflicto y reprochó que en éste se canalizan, para fines bélicos, «los recursos que son esenciales para la economía y los programas sociales».

Asimismo, mencionó que «recurrir a sanciones y bloqueos», como los que ha aplicado la UE sobre Rusia, «sin el amparo del derecho internacional, solo sirve para penalizar a las poblaciones más vulnerables».

El primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, quien ocupa la presidencia de la Celac, señaló que no puede ser que los mismos países que aducen los principios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Ucrania sean los mismos que «históricamente» han usado la fuerza contra países «pequeños y pobres».

Por ello, pidió a Europa «deshacerse de hipocresía» y «aplicar los mismos principios de Naciones Unidas de forma clara y objetiva».

 

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