Víctor Ferrigno F.
A la inquebrantable integridad del honorable Juez Gálvez, quien ni se arredra ni claudica.
Por la voluntad soberana del Pueblo brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva retorna, por tercera vez, al gobierno del país más grande y poblado de Latinoamérica, en un contexto geoestratégico dominado por seis factores mundiales: la pandemia del Covid-19, la crisis energética, la recesión internacional, el cambio climático, la guerra en Ucrania y la inseguridad alimentaria.
Estos seis factores constituyen un reto formidable para Lula, pero también se le abren grandes posibilidades para reposicionar a Brasil como un actor internacional de primer orden, fortaleciendo al bloque de los BRICS, integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, todos ellos considerados economías emergentes, con un gran potencial, que pueden llegar a estar entre las economías dominantes a mediados de siglo, y dándole un nuevo impulso a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), ahora que siete gobiernos latinoamericanos responden a una línea política progresista.
Sin embargo, para poder incidir en la geoestrategia mundial, Lula deberá consolidar su incidencia en el ámbito nacional, después de una victoria electoral tan apretada como paradigmática. El obrero metalúrgico, líder del Partido de los Trabajadores, es el primer político brasileño que logra ganar tres veces la presidencia de la república, y lo hace con el apoyo de más de 60 millones de brasileños, logrando un récord histórico inédito. Sin embargo, el excapitán Bolsonaro alcanzó más de 58 millones de votos, otro récord histórico, por lo que Lula ganó con apenas el 1.8% de diferencia.
Lula no obtuvo mayoría ni en el Senado ni en el Congreso y, además, los aliados del líder ultraderechista, Jair Bolsonaro, gobernarán 13 de los 27 estados de Brasil, entre ellos Sao Paulo, el más poblado y rico del país, mientras que los apoyados por Lula regirán solo 10 regiones, por lo que el exsindicalista tendrá que hacer gala de su habilidad para lograr consensos y alianzas, lo que en el pasado le permitió sacar a 40 millones de brasileños de la pobreza extrema.
Hasta la tarde del pasado martes, Bolsonaro autorizó a su jefe de Gabinete a coordinarse con el equipo de transición de Lula, pero en su discurso de dos minutos no reconoció explícitamente su derrota. Sin embargo, sí condenó la violencia generada por los camioneros que lo apoyan, quienes han provocado bloqueos viales en 200 carreteras de doce estados del país, los cuales están siendo disueltos por las policías estatales.
Los transportistas amenazan con mantener los bloqueos hasta que el ejército tome el control del gobierno. Aunque la demanda no tiene mucha viabilidad, no es descabellada, si se considera que el gobierno de Bolsonaro estuvo marcado desde el primer día por una presencia e influencia militar sin precedentes en tiempos democráticos: su vicepresidente es el general retirado del ejército, Hamilton Mourão, y más de 6,000 oficiales ocupan cargos en todos los niveles de su administración, incluso como ministros.
El contexto geopolítico en el que Lula da Silva podrá acrecentar la influencia de Brasil es muy promisorio. Las naciones del BRICS en su conjunto representan el 22% de la superficie continental, el 42% de la población mundial, el 24% del Producto Bruto Interno (PBI) global y contribuyen con el 16% de las exportaciones y el 15% de las importaciones mundiales de bienes y servicios y generan más de un tercio de la producción mundial de cereales.
Tras la invasión rusa de Ucrania, los cuatro países restantes adquieren especial importancia en la reorganización global de las dependencias económicas y las asociaciones políticas. Son proveedores de materias primas y socios comerciales, y pueden ejercer una influencia decisiva en el conflicto con su postura política.
Argentina ya ha solicitado formalmente su integración al BRICS, lo cual ha sido avalado por India y China, y sin duda ahora tendrá el apoyo de Brasil. Mayor sorpresa ha causado la muy reciente solicitud de Arabia Saudita de integrarse al BRICS, lo cual implica un cambio cualitativo en la gobernanza petrolera mundial, en el marco de una crisis energética sin precedentes, en la que el país árabe le da la espalda a EE. UU. y a la Unión Europea, significando un espaldarazo a Rusia.
La vocación integracionista de Lula seguramente se apalancará en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), un mecanismo intergubernamental de diálogo y concertación política, que incluye a los treinta y tres (33) países de América Latina y el Caribe.
Según la CELAC, ésta “surge con el compromiso de avanzar en el proceso gradual de integración de la región, haciendo un sabio equilibrio entre la unidad y la diversidad política, económica, social y cultural de los 600 millones de habitantes de América Latina y el Caribe”.
En su primer discurso como presidente electo, Lula estableció que su prioridad será gobernar para todos, unir al Brasil, erradicar el hambre, priorizar a los pobres, dotándoles de salud, educación y vivienda, y volver a posicionar al Brasil como un actor internacional que defienda la Amazonía, la paz y la democracia internacional. “La mayoría del pueblo brasileño decidió que quería más y no menos respeto y comprensión entre los brasileños; más y no menos igualdad, libertad y fraternidad en nuestro país” declaró Lula al hacer referencia a las implicaciones plausibles del término democracia.
Al final de su alocución, arrancó una nutrida ovación al afirmar que “Casi fui enterrado vivo en este país, considero este momento como una resurrección”.